Artículos

Esperando a Merz

ABC | | 2 minutos de lectura

La respuesta europea a una situación geopolítica cada vez más complicada depende en buena medida de la salud política y económica de Alemania. El país europeo que funciona como «un hegemón a su pesar» ha entrado en una crisis anunciada desde hace tiempo. La industria germana sufre la competencia y la dependencia de China y el proteccionismo al alza estadounidense. Tiene una energía tres veces más cara que la de sus rivales y no se ha modernizado y digitalizado a tiempo. Se encuentra descolocada en un mundo que deja atrás el objetivo de la prosperidad global y lo sustituye por el de la seguridad nacional, un terreno en el que Alemania todavía no ha culminado el giro que emprendió tras la invasión rusa de Ucrania.

Por otro lado, Alemania se ha convertido en un país occidental normal y sufre el ascenso del populismo, en los dos extremos ideológicos. La cultura de consenso que le permite avanzar tejiendo coaliciones de gobierno se debilita. El agotamiento del tripartito encabezado por Scholz ha llevado a la convocatoria de elecciones anticipadas el 23 de febrero.

Se espera el triunfo de la CDU capitaneada por Friedrich Merz, el archienemigo de Angela Merkel, mucho más conservador que la excanciller. Es difícil anticipar si su falta de atractivo y la pujanza de la AfD le permitirán gobernar sin los socialdemócratas. El abogado y financiero es un atlantista convencido, defensor a ultranza de Ucrania. Aspira a llevarse bien con Donald Trump gracias a su amistad con Richard Grenell, exembajador en Berlín y asesor del magnate neoyorquino. Para ello Merz debe conseguir que Trump olvide sus lazos con BlackRock, la empresa donde ha trabajado, cuyo presidente ha respaldado a Biden.

El dirigente alemán está dispuesto a relajar la prohibición constitucional del déficit por encima del 3.5% del PIB. Este freno de deuda fue suspendido durante la pandemia. Ahora, la situación excepcional de la economía alemana justificaría incluso su eliminación. La barra libre de subsidios en Berlín crearía problemas a los demás socios europeos, si no se formula como parte de una política industrial comunitaria con objetivos comunes.