Cómo la tecnología redefinirá el liderazgo y la dirección de empresas
¿Te imaginas un mundo en el que pudieras contar con la ayuda de una inteligencia artificial para gestionar y tomar las decisiones del día a día? Lejos de ser ciencia ficción, la tecnología está transformando el mundo empresarial, y el rol del directivo no va a ser la excepción.
Aunque hoy ya podemos ver el impacto de la tecnología en la gestión, las próximas décadas nos van a traer avances disruptivos que van a requerir repensar qué quiere decir dirigir organizaciones y equipos, así como qué implica liderar. Y, como sucede en cualquier transformación, aquellos que tengan la capacidad de anticipar los cambios y comprendan el potencial que puede aportar la tecnología contarán con una ventaja competitiva significativa en el mercado.
La automatización como motor del cambio
En 2050, la automatización de tareas cotidianas será una realidad omnipresente. La promesa que hoy existe sobre cómo los robots y la inteligencia artificial se encargarán de tareas y procesos repetitivos será una realidad total. Esto permitirá a los directivos liberar tiempo para concentrarse en tareas estratégicas, creativas e interpersonales. Pero el potencial de la IA lo veremos no solo en la automatización de tareas, sino también en el apoyo a la toma de decisiones, el análisis de grandes cantidades de datos en tiempo real y la predicción de tendencias con una precisión que hoy solo podríamos soñar. No obstante, sin una profunda comprensión de estas tecnologías y su potencial, los directivos no podrán aprovecharlas al máximo.
Esta automatización masiva en todos los sectores también comportará nuevos desafíos. La gestión del cambio, la adaptación de los empleados a sus nuevas responsabilidades y cómo crear y preservar la cultura empresarial serán aspectos críticos. Además, el liderazgo requerirá un enfoque cada vez más humano y empático, que facilite un equilibrio entre el valor que aporta la tecnología y aquel que aportan las personas.
La inteligencia artificial: un socio estratégico
El futuro de la IA pasa por convertirse en un socio estratégico en la toma de decisiones, complementando las habilidades y “aumentando” la inteligencia de los directivos.
A través de su capacidad de procesar ingentes cantidades de datos y detectar patrones ocultos, la IA permitirá tomar mejores decisiones con mayor rapidez, algo que facilitará una mayor flexibilidad en mercados cambiantes. Por ejemplo, en la industria del retail, el análisis de tendencias y comportamientos de los consumidores en tiempo real permitirá adaptar la oferta de productos y servicios con gran rapidez, y el análisis de los perfiles y circunstancias de los clientes en banca hará posible ofrecerles soluciones de crédito ya aprobadas y anticiparse a sus necesidades.
Las sugerencias y estrategias que plantee la IA a partir de la información analizada dotarán a los directivos de una inteligencia aumentada (“copilotos digitales”), lo cual ayudará a transformar el rol del líder, pasando de decisiones reactivas a ser cada vez más proactivo.
No obstante, la implementación de la IA en la toma de decisiones plantea desafíos éticos. Los algoritmos deben ser entrenados con conjuntos de datos que les permitan evitar sesgos y ser transparentes. De otro modo, la IA perpetuará sesgos o discriminaciones a ciertos grupos sociales.
La ética será una de las grandes áreas de desarrollo para los líderes del futuro, ya que deberán combinar la eficiencia tecnológica con una perspectiva que fomente la responsabilidad social. En este sentido, los directivos tendrán que garantizar la transparencia en el uso y procesos seguidos por los algoritmos, la privacidad de los datos y una gestión responsable del impacto que la automatización va a tener en el empleo.
Si bien las nuevas tecnologías tienen la capacidad de destruir empleos y crear nuevos –en un proceso que Joseph Schumpeter denominaba de destrucción creativa–, los tiempos y la necesidad de preparación de las personas al nuevo escenario pueden generar tensiones y desequilibrios muy relevantes.
El ‘big data’ y la analítica predictiva
En 2050, el análisis de datos será la base relevante en cualquier toma de decisiones. Los directivos tendrán acceso a una gran cantidad de información y, gracias a los avances de la analítica predictiva, podrán anticipar riesgos y oportunidades con una precisión sin precedentes. Como consecuencia, mejorarán la eficiencia y la rentabilidad.
Además, la presentación de información compleja en formatos cada vez más visuales y atractivos, como paneles interactivos o simulaciones en 3D, será clave para alinear a los equipos con los objetivos estratégicos de la empresa. Todos los niveles de la organización podrán acceder a las decisiones basadas en datos.
Según un estudio de McKinsey, la automatización y el análisis de datos en el próximo medio siglo podrían ayudar a incrementar la productividad entre un 0,8% y un 1,4% cada año, un porcentaje que aumentará de forma progresiva según nos acerquemos a 20501.
Gestión de equipos virtuales y trabajo en remoto
Para 2050, el trabajo en remoto se habrá consolidado como norma y los directivos tendrán que gestionar equipos que operarán desde múltiples ubicaciones. En este contexto, las herramientas tecnológicas y la infraestructura permitirán una colaboración eficiente entre empleados distribuidos por todo el mundo.
Los directivos tendrán que desarrollar habilidades para liderar equipos en entornos digitales y mantener una comunicación efectiva, construyendo confianza y cohesión en estos contextos donde las personas no compartirán espacios físicos. Esto implicará una mayor gestión de los equipos por resultados, con un liderazgo colectivo, horizontal e inclusivo, donde el respeto mutuo y el feedback continuo ayudarán a mejorar la productividad, mucho más que elementos puramente digitales como el uso de avatares o la telepresencia.
Además, este entorno más globalizado traerá consigo la necesidad de gestionar equipos culturalmente diversos, con estilos y expectativas diferentes, algo que se deberá tener en cuenta en la gestión de conflictos. La capacidad para liderar con empatía y sensibilidad intercultural será otra de las habilidades críticas que los directivos deberán desarrollar.
Tecnologías como la realidad virtual y la realidad aumentada transformarán cómo interactuaremos con nuestros equipos y tomamos decisiones. Además, la formación se beneficiará también enormemente de estas nuevas herramientas, ya que permitirán generar simulaciones ad hoc para entrenar al personal o detectar posibles errores antes de cometerlos.
El futuro no espera
Mientras algunos directivos se aferran a modelos de gestión del siglo pasado, el mundo se transforma a una velocidad vertiginosa. El líder del mañana tendrá que ser un arquitecto de ecosistemas, una persona con visión capaz de gestionar la complejidad, adaptarse al cambio y tomar decisiones valientes al combinar las recomendaciones de la IA con su propia experiencia.
Además, la jerarquía se diluirá y será necesario fomentar la autogestión, la confianza y la colaboración entre equipos diversos y distribuidos. Se tenderá a un liderazgo catalizador, no controlador. La clave no será dominar la tecnología y sus fundamentos, sino entender su potencial transformador.
Sin duda, el directivo del futuro tendrá que integrar estas fuerzas disruptivas con una visión ética y orientada al bien común para construir empresas y organizaciones con un impacto positivo en el mundo.