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‘Robin Hood’ y la organización misional

Cinco Días | | 6 minutos de lectura

El ideal de un libro para las vacaciones es que sea ligero pero profundo al mismo tiempo. Es cierto que en otras épocas las grandes novelas de mil páginas eran el complemento ideal de largas horas en la playa o de las inacabables tardes de agosto. Pero ahora conviene tener más cuidado con la exposición solar y, además, nuestra capacidad de atención se ha reducido notablemente. Ya pasamos muchas horas delante del ordenador o del teléfono, viendo series o entreteniéndonos con los videojuegos. No viene mal, por tanto, alimentar el cerebro con algo simpático pero que resulte enriquecedor. 

Es el caso de Robin Hood y su banda de ladrones, o merrymen, como un ejemplo de organización fuertemente misional. De estas que necesitamos si queremos tomarnos en serio la necesidad de un cambio de modelo empresarial para hacerlo más sostenible e inclusivo. Pero también muestra los retos a los que se enfrentan estas instituciones, y que pueden acabar llevándolas a su desaparición. Estas empresas han crecido con fuerza en los últimos años, impulsadas por una mayor conciencia medioambiental o social. 

Por poner un poco de contexto académico, el conocido profesor Henry Mintzberg (Montreal, 1939) en su obra Inside Our Strange World of Organizations, clasificaba todas las organizaciones empresariales en función de tres elementos principales: i) la parte principal de la organización; ii) su primer mecanismo de coordinación, y iii) el grado de descentralización. Como resultado de esta clasificación surgen seis tipos de organizaciones, uno de ellos, la organización misional, a la que pertenecería Robin Hood.

El elemento más importante de la organización es su misión. En el caso de Robin Hood, “robar a los ricos para dárselo a los pobres”. Se trata de una misión clara, concisa y capaz de inspirar a muchos, sean aquellas personas que buscan un propósito y desarrollar los valores más altos, o aquellos muchos atraídos por mejorar su situación económica en una sociedad que ofrecía pocas oportunidades de mejora. 

La diversidad de personas y situaciones exige, para funcionar con eficiencia, una fuerte coordinación entre sus miembros. Esta coordinación no podía realizarse escribiendo detallados procedimientos o con los mecanismos de promoción y retribución que utilizan muchas empresas. En toda organización misional la ideología es el principal mecanismo de coordinación que, en este caso, se refiere a los valores y creencias compartidas por todos. Las injusticias cometidas por el sheriff de Nottingham eran pieza clave para realimentar estos sentimientos, así como una impecable gestión de los impuestos cobrados a los nobles u otras personas adineradas que atravesaban el bosque de Sherwood. 

El último elemento, la delegación, hace referencia a cómo y quién toma las decisiones. En este caso, Robin Hood tampoco se aparta de lo habitual en este tipo de organizaciones. Con frecuencia son carismáticas, donde la persona del fundador mantiene una gran inuencia, y las circunstancias de su vida se convierten en paradigmáticas o modelo a seguir. Son organizaciones, por tanto, verticales, poco formales, y en las que algunas de las personas que se unieron al fundador desde el inicio, como el pequeño John; Mutch, el molinero, o Scarlet, son sus principales lugartenientes.

No es necesario glosar el éxito de Robin Hood. Se ha convertido en un héroe legendario de la literatura universal. El atractivo de su causa, su carisma personal y el éxito de sus iniciativas le convirtió en un oponente principal del sheri del condado y de aquellos nobles que oprimían al pueblo. Y el abundante dinero que repartía entre los pobres le atrajeron el favor del pueblo. En la universidad explicamos que la estrategia de una empresa está condicionada tanto por el entorno externo como por su situación interna. De nuevo, Robin Hood nos proporciona un buen ejemplo de los retos a los que se enfrenta una empresa misional al atravesar una crisis de crecimiento.

El éxito ha sido tan grande que ha alcanzado su máximo potencial o se ha saturado. Claramente, es lo que le sucede a Robin Hood. Cuando los asaltos y los impuestos pagados se hacen tan altos, los nobles buscan otras rutas más seguras, aunque sean más largas. En paralelo, el Sheriff de Nottingham, se ha hecho más fuerte, goza del apoyo del regente, Juan sin Tierra, y los nobles le apoyan con más recursos para que garantice la seguridad jurídica de la comarca.

La fama de Robin Hood y el éxito alcanzado le atraen muchos candidatos que desean entrar en su banda. Pero esto requiere más recursos logísticos, ahora que el mercado y los ingresos se reducen. El dilema es el típico de cualquier organización empresarial. Una primera opción es adaptarse a las nuevas condiciones del mercado reduciendo su tamaño. Pero con unos competidores más fuertes eso, ciertamente, le llevaría a la desaparición.

Otra opción es lanzar nuevos productos o expandir sus mercados. A lo mejor se pueden recaudar otros impuestos o asaltar otras carreteras o bosques. En el primer caso, existe el riesgo de alienar o perder parte de su base social si asaltan a todas las personas que atraviesan el bosque. Por su parte, salir de Sherwood u operar más lejos de los bosques que conocen al dedillo requiere tener una inteligencia del negocio de la que carecen y, sobre todo, profesionalizar o dar más estabilidad a la organización. 

Existe una última posibilidad, buscar socios estratégicos que refuercen el proyecto. En realidad, esta será la opción elegida. Uniéndose a la causa de Ricardo Corazón de León, Robin Hood consigue reforzar la legitimidad de su misión, fidelizar los miembros más comprometidos con el proyecto y atraer nuevo talento, altamente motivado, para alcanzar una misión aún más alta: la restauración del legítimo rey de Inglaterra. 

El riesgo de muchas empresas misionales que tienen éxito es diluir o suavizar los aspectos más específicos para alcanzar un público más amplio. Robin Hood, en cambio, redobló su apuesta misional. La organización no le sobrevivió, pero ha quedado como un ejemplo para siempre.