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‘Sin noticias de Gurb’ y el liderazgo empresarial

Cinco Días | | 6 minutos de lectura

Sin noticias de Gurb, novela humorística del escritor Eduardo Mendoza, es un libro desternillante. Su genialidad, su originalidad, sus ocurrencias han conseguido que miles de lectores se desternillen de risa, literalmente, con sus páginas. Reír tanto es algo excepcional, no ocurre cada día, y menos en el entorno empresarial. Por ello, por su singularidad, repensar este título en referencia al liderazgo puede aportar luces, cuando menos, diferentes. ç

Dado el género, la primera enseñanza sería el sentido del humor que destila la obra de la primera a la última página. Sirva un botón como muestra: “Pilarín Kao […] de niño emigró a San Francisco, pero se equivocó de barco y llegó a Barcelona. Como no ha aprendido el alfabeto latino, todavía no se ha percatado de su error, ni yo hago nada por sacarle de él. [..] El domingo es su día de asueto y lo dedica a buscar el Golden Gate (en vano) en compañía de toda su familia”. 

¡Qué importante puede ser esta herramienta en la gestión empresarial y cuán poco frecuente! Es fundamental satisfacer la necesidad de pasarlo bien trabajando, de bromear y reír, aunque casi siempre suele haber escasas oportunidades para ello. En determinados entornos y sectores se diría incluso que ambas variables, risa y trabajo, se consideran incompatibles. Sin embargo, si se les pregunta a muchos directivos con una dilatada carrera qué recuerdan de sus anteriores empleos, no suelen ser los objetivos alcanzados ni la facturación conseguida, sino los buenos momentos, las amistades forjadas, la camaradería, el buen rollo y las risas. 

El humor en la empresa es fundamental. Todo con humor pasa mejor, hasta los mensajes más serios o poco atractivos. Ahora bien, conviene no tomarse a broma el humor; el humor es una cosa seria. Es necesario saber cuándo utilizarlo, ante qué públicos, en qué grado, pues quien se extralimita produce la broma de mal gusto que ofende o irrita. Dominar el tempo del humor como lo hace Mendoza en Sin noticias de Gurb es un arte y, en el ámbito empresarial, una gran ventaja en cualquier reunión, presentación o convenio. Cuando los ánimos están tensos, cuando parece que no hay salida en una negociación, cuando el interlocutor está enconado, una pizca de humor, por leve que sea, puede renovar la energía del ambiente, bajar el tono y remover los planteamientos para volver a empezar. El humor libera endorfinas y estas inciden directamente en la reducción del estrés, la disminución de las tensiones, el fortalecimiento de los vínculos, el aumento de la motivación y el fomento de la creatividad. Casi nada. Todo esto por un comentario jocoso.

Hay también en el sentido del humor algo que puede resultar muy liberador frente a las estructuras de poder y las percepciones y relaciones que se generan en las empresas. Me refiero a utilizar el humor para acortar distancias jerárquicas en la comunicación con los equipos y colaboradores. Como coach en comunicación, observo entre mis clientes en la alta dirección dos grupos diferenciados. Por un lado, están aquellos que, frente a la imagen de poder que proyectan, son capaces de relativizar o tomar distancia, e incluso bromear al respecto. Por el otro, están los que se toman su puesto en la jerarquía muy en serio, y he observado que, por lo general, están más estresados y también más cansados, pues llevar ese peso a las espaldas cada día puede resultar agotador. Y, en ambos casos, sus empleados están deseando conocer a la persona detrás del cargo.

La obra es un cuento sobre un extraterrestre en búsqueda de su compañero, el alienígena Gurb, quien ha adoptado la apariencia de la cantante Marta Sánchez antes de desaparecer en la jungla urbana. Sin embargo, es mucho más que eso. En cada capítulo hay algo insólito, Mendoza sorprende con una actitud, un comentario, un hallazgo que desconcierta al lector por lo chocante, le asombra y atrapa. El marciano que duerme en pijama y reza el “Jesusito de mi vida”, la burla constante sobre la Barcelona preolímpica, cada ciudadano con el que el marciano se cruza y cada historieta son una peripecia y una sátira que nos confronta con nuestra vida de urbanitas. 

Todo el texto de Eduardo Mendoza es una invitación en toda regla al pensamiento no convencional, lo que Edward de Bono acuñó como “pensamiento lateral”, y Jean-Marie Dru, como “la disrupción”. Pensar disruptiva o lateralmente es justamente eso: abrir la mente, ser creativo, darle la vuelta a lo lógico y verlo desde el lado ilógico para obtener un resultado inesperado, diferente y tal vez genial. Este tipo de planteamiento disruptivo tiene hoy más vigencia que nunca a nivel empresarial, por supuesto con el apoyo de la inteligencia artificial, pero también para seguir aportando valor humano frente a esta, y puede ser muy útil para potenciar el desarrollo de los equipos. Dejar espacio a la creatividad del individuo y del grupo, confiar en el hemisferio derecho del cerebro y su capacidad para generar nuevos universos. 

Incluso el texto literal de la novela podría inspirar nuevos negocios. En un pasaje el extraterrestre, harto del tráfico en Barcelona, sugiere dos soluciones. La primera, que la ciudad sea más llana, “pero eso tiene mal arreglo, pues está casi toda edificada”, y la segunda, “que el ayuntamiento pusiera bicicletas a disposición de los transeúntes en la parte alta de la ciudad, con las cuales estos podrían ir al centro muy de prisa y casi sin pedalear. Una vez en el centro, el ayuntamiento (o en su lugar, una empresa concesionaria) se encargaría de meter las bicis en camiones y volverlas a llevar a la parte alta”. 

Desconocemos si los impulsores de Bicing en Barcelona leyeron este párrafo antes de lanzar el servicio, pero es, cuando menos, premonitorio. La inspiración está en todas partes, y la buena literatura, al igual que el resto de las expresiones artísticas, aunque parezcan alejadas del entorno empresarial, nos conectan con nuestra esencia, nuestros sentimientos y pensamientos. Y esa es la fuente de todas las cosas, también las económicas.