Artículos

2024, un verano de récord. ¿Es el turismo la panacea o una maldición?

El País - Negocios | | 6 minutos de lectura

De igual forma que estas semanas hemos estado haciendo apuestas sobre cuántas medallas ganará España en los Juegos de París, en el ámbito del sector del turismo las apuestas hacen referencia a si volveremos a batir un récord en el número de turistas extranjeros. El año 2023, España recibió algo más de 85 millones de turistas internacionales, lo que implicó superar el récord previo a la pandemia de los 83 millones de turistas de 2019. De hecho, hay quien especula con si 2024 será el año de los 90 millones y otra incógnita es si España protagonizará el sorpasso, superando a Francia como primer receptor de turismo internacional. 

¿Llegaremos a los 90 millones? Es difícil acertar la predicción, pero hay datos que ayudan a hacerse una idea de la dirección en la que nos movemos. Según los últimos datos publicados de estadísticas de movimiento en frontera (FRONTUR) de enero a mayo, España recibió más de 33 millones de turistas internacionales, lo que supone un crecimiento del 11,5% con respecto al año anterior. Hay ciertos países que destacan por su fuerte crecimiento: los turistas procedentes de Estados Unidos crecen a un ritmo de casi el 15%. Además, países que son muy importantes por el número de turistas que recibimos, como serían Alemania, Francia o Italia, también avanzan más del 10%. El crecimiento en el número de turistas no es el único indicador positivo. El gasto que realiza cada visitante es mayor. De enero a mayo de 2024, el gasto diario por turista fue de 204 euros, con un incremento del 8,6% respecto al año pasado. En resumen, mayor volumen, en términos de turistas, mayor gasto y una cierta predisposición a gastar aun cuando los precios suben. Por ejemplo, en términos de precios de hotel, los hoteles españoles facturan en promedio 111,7 euros por habitación, en el caso de los hoteles de cinco estrellas, el precio medio Average Daily Rate (ADR) alcanza los 270 euros.

Los datos anteriores tienen implicaciones relevantes. Primero, el turismo se consolida como industria muy importante para explicar el crecimiento económico. En 2023, el crecimiento de servicios ligados al turismo explicaba dos tercios del crecimiento agregado de la economía española. En general, es un sector que contribuye al aumento del empleo. Además, como atestiguan los datos del sector hotelero, la combinación de mayor demanda y mayores precios ha permitido mejorar de forma sustancial los márgenes y beneficios, detalle no menor para muchas empresas del sector que tuvieron serias dificultades durante la pandemia y que en muchos casos tuvieron que recurrir al endeudamiento. 

¿Qué podemos esperar para este verano? Existen diferentes estimaciones, algunas propias del sector que trabaja extrapolando datos de lo que ha ocurrido hasta ahora y de la evolución de las reservas, así como estimaciones de institutos de análisis económico y de coyuntura. En general, todas son optimistas y prevén que se superarán los datos del año anterior. Aunque está cambiando, el turismo es estacional, y el periodo de mayor movimiento, ocupación hotelera y mayores precios justo acaba de empezar. Cuando el turismo se recuperó con tanta fuerza tras la pandemia se dieron dos explicaciones: una, la existencia de una bolsa de ahorro, que en gran medida ya está gastada, y la otra, el denominado “turismo de venganza”, las ganas de recuperar el tiempo perdido y aquello que no pudimos disfrutar cuando había restricción de movimientos. Sin embargo, ese tiempo ha pasado y la fortaleza del turismo parece intacta. Probablemente, ha habido un cambio en las prioridades del consumidor y en cómo deciden las familias gastar su dinero, reduciendo otros gastos, pero convirtiendo las merecidas vacaciones en algo fundamental. 

La gran pregunta es: ¿cuál es el límite del crecimiento del turismo? Vemos concentraciones en algunos puntos con fuerte presión turística en contra del turismo masivo; decisiones como la del Ayuntamiento de Barcelona de eliminar las licencias de pisos turísticos en un futuro no tan lejano, y propuestas de incremento de los impuestos al turismo. Lo cierto es que existen dos límites: uno, el que impone las limitaciones físicas, las infraestructuras, como la oferta hotelera, o la capacidad de un aeropuerto para recibir más pasajeros; y el otro, un límite más complicado, que tiene que ver con el punto en que los costes asociados a una masificación del turismo superan los beneficios que aporta, un límite no exento de polémica y de difícil cálculo.

No obstante, quisiera llamar la atención de los lectores sobre un tema relevante: el turismo en España se está desestacionalizando. La diferencia de ocupación hotelera en las grandes ciudades —Barcelona, Madrid o Málaga—, entre los meses de más y menos demanda, es menor de lo que era. Destinos como Galicia, que parecían menos atractivos en invierno, tienen un clima más favorable al turismo durante más meses del año. Esta desestacionalización ayuda a aumentar el número de turistas sin llegar al punto de saturación de las infraestructuras, pues permite que los flujos de turismo se repartan de forma más equitativa a lo largo del año. 

Debatir en torno al turismo con una postura que solo ensalza los beneficios que produce en términos de riqueza o que lo estigmatiza por el impacto de la masificación turística en ciertos destinos, en términos de precios de la vivienda, estructura del tejido comercial o efectos negativos para los residentes, es simplificar un tema más complejo. España tiene y tendrá una clara ventaja competitiva en esta industria, que es inteligente saber aprovechar, y que debe regularse. Pero esa regulación es mejor cuando se implica a todos los actores en su diseño y cuando se hace desde un enfoque racional y no desde una previa posición ideológica. Hablando de un verano de récord les deseo a todos los lectores un feliz y merecido descanso.