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Natación: La centésima que mejora el liderazgo

Expansión | | 7 minutos de lectura

Durante los Juegos Olímpicos de Sídney 2000 se produjo un acontecimiento que no será recordado como una proeza o una gesta heroica. Tras recibir la propuesta del Comité Olímpico Internacional para participar como país invitado, Guinea Ecuatorial no tenía representantes en natación. El joven Eric Mousanbani acudió a las pruebas tras leer el anuncio de la Federación sin saber nadar, pero decidido a acabar siendo el mejor nadador de su país. Tras ocho meses entrenando en la piscina de un hotel de Malabo de doce metros y unos cuantos centímetros de profundidad acudió a la cita. El guineano recorrió los cien metros de la piscina olímpica en un tiempo de 1:52:72, cuando el promedio es de unos 51 segundos. El peor resultado de la historia de los Juegos y la mejor marca de su país. En 2012 se convirtió en seleccionador de natación de Guinea Ecuatorial, llevando a más jóvenes a practicar dicho deporte y a un Gobierno a interesarse por construir algunas piscinas olímpicas. 

Cuando Michael Phelps finalizó su participación en los juegos de Río había ganado 28 medallas (23 de oro), siendo el plusmarquista con mayor número de ellas en los juegos olímpicos y desbancando a su compatriota Marc Spitz que ostentaba este récord desde Múnich 72. Phelps se convirtió en uno de los iconos del deporte mundial; era el deportista más joven en participar en una cita olímpica, en nadar cien metros en menos de 50 segundos, con unas dimensiones físicas inusuales (46 de pie y con mayor envergadura de brazos que de piernas). Phelps pulverizó todos los récords. Se convirtió en uno de los deportistas mejor pagados y consiguió el reconocimiento de héroe nacional en su país. Sin embargo, la presión a la que fue sometido durante años había sido difícil de gestionar. Al terminar su participación en los Juegos, la Federación de Natación norteamericana lo sancionó por consumo de marihuana, y durante los siguientes años cayó en una profunda depresión. Durante la pandemia esta situación se agravó debido a la incertidumbre, lo que le llevó a plantearse el suicidio. En algunas de las entrevistas posteriores llegó a afirmar: “Trabajas muy duro durante cuatro años para llegar a ese punto y te preguntas ¿qué diablos se supone que tengo que hacer? ¿A dónde se supone que debo ir? ¿Quién soy?”.

El éxito dentro y fuera de la piscina 

Estas dos historias nos brindan un punto en común. En la primera, un aparente fracaso deportivo acaba convirtiéndose en una oportunidad de propósito personal, mientras que, en el segundo, un éxito rotundo esconde el estigma de la enfermedad mental y la dificultad para hacer frente al éxito y la presión sin un propósito personal. Según Michale Watkins, autor del libro Los primeros 90 días, una de las transiciones más importantes a las que se debe enfrentar un directivo es el fracaso: ¿Cómo nos relacionamos con él? ¿De qué manera construimos organizaciones con propósito que sean capaces de hacer frente a las dificultades? ¿Cómo acabamos relacionando el éxito con el propósito? La historia nos muestra ejemplos de todo ello.

  • Vencer la resistencia del agua. Al igual que en la natación, donde la velocidad aumenta cuando se reduce la resistencia al agua, en las organizaciones la velocidad del cambio se alcanza cuando se superan las resistencias iniciales. Muchas organizaciones están sumidas en resistencias al cambio fruto de nuestra natural tendencia a “desconfiar de lo nuevo”. Kotter, uno de los expertos en cambio, explica la importancia de crear “sentido de urgencia” ante el cambio, para vencer nuestras resistencias iniciales. Un ejemplo evidente de ello son las medidas de los gobiernos para el cambio climático. Todos los informes muestran la necesidad de un cambio inmediato en las emisiones de CO2 a la atmósfera para preservar nuestro planeta, pero el sentido de urgencia no tiene tanta relevancia como los resultados económicos.
  • Técnica dentro y fuera del agua. Parece que sólo lo que el nadador o nadadora hace dentro del agua es lo que la ayuda a ganar, cuando es totalmente lo contrario. Es la capacidad de manejar su cuerpo en términos de flotabilidad, reduciendo el balanceo y generando un impulso motor lo que le hace ganar velocidad. En cualquier proceso de cambio, primero hay que abordar los cambios no visibles. No sólo creando sentido de urgencia, sino disponer de una visión que sea compartida, transmitida y transparente. Todo ello son acciones “no visibles” pero que tendrán una trascendencia definitiva cuando se aborden los cambios “visibles”. Tenemos que creer en algo para poner nuestra intención y compromiso en los cambios.
  • En la natación estás solo. Como cualquier deporte individual, incluso en las carreras por relevos, se tiene la responsabilidad con uno mismo. La soledad del liderazgo hace que muchos líderes tomen decisiones complicadas desde la soledad y la incomprensión. El conocimiento de ellos mismos y la capacidad para hacer frente al estrés y la presión externa se han convertido en predictores de éxito al igual que el mundo de la natación. Asimismo, en mi experiencia diaria con directivos recomendamos tener algunas personas (el círculo de confianza) con las que se puedan compartir temores, angustias, indecisiones y dilemas que son fruto de la condición humana, no de un carácter frágil.
  • El esfuerzo como vía hacia el resultado. Phelps entrenaba 80.000 metros a la semana, unas mil seiscientas piscinas olímpicas. En los tiempos actuales, que se promueve la gratificación a corto plazo, la natación sugiere el esfuerzo como vía para conseguir lo que nos proponemos. Es sin duda, uno de los valores que las generaciones veteranas deben seguir transmitiendo a las nuevas.
  • Mejora continua y resiliencia. Una centésima en natación es difícil de mejorar cuando se han alcanzado los límites. Además, la capacidad de recuperación física y mental ante una prueba que no ha salido como se esperaba puede condicionar el rendimiento futuro. Desterrar el tópico que sólo los liderazgos carismáticos son exitosos nos ayuda a construir organizaciones sólidas también desde el liderazgo que se esfuerza cada día por mejorar una centésima de calidad o de productividad.
  • Convertir acontecimientos negativos en oportunidades. Teresa Perales iba a entrar en la Universidad en 1994, pero una neuropatía le afectó a su sistema nervioso lo que le llevó a reducir su movilidad y, un año más tarde, a perder su capacidad para caminar. Con su esfuerzo y dedicación, Teresa aprendió a nadar y comenzó a competir en los Juegos Paralímpicos. Tras veinte años compitiendo en este deporte, es la deportista más laureada de nuestro país con 26 medallas olímpicas, abanderada del equipo paralímpico en Londres 2012 y premiada con la Gran Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo en 2012, máximo reconocimiento oficial para un deportista español. ¿Qué le hizo a Teresa vencer una situación tan dramática como la pérdida de la movilidad y comenzar a competir con estos resultados? Su capacidad para transformar una situación negativa en aprendizajes positivos. En las organizaciones actuales sometidas a cambios que no tienen precedentes, nos vemos continuamente sometidos a nuevas realidades y muchas de ellas difíciles de gestionar. La capacidad que cada directivo tenga para abordar estos cambios en positivo y sacar lo mejor de los equipos será sin duda un predictor de su supervivencia y consolidación en un mercado cada vez más exigente e incierto.