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Por qué el judo aumentará su liderazgo

Expansión | | 7 minutos de lectura

El histórico maestro de artes marciales Jigoro Kano aseguró que “el propósito del estudio del judo es perfeccionarse y contribuir a la sociedad”. Hay aprendizajes que permanecen durante toda la vida. Curiosamente, la toma de conciencia de los más valiosos sucede muchos años después. Es el caso del crecimiento como persona que obtuve gracias a una disciplina deportiva tan completa y discreta como es el judo. Un aprendizaje del que son maestros los nueve representantes españoles, cinco hombres y cuatro mujeres, que han intentado emular a las primeras medallistas olímpicas de nuestro país en esta disciplina: Miriam Blasco y Almudena Muñoz, ambas oro en Barcelona 92 en sus respectivas categorías. Fran Garrigós finalmente lo consiguió al colgarse el bronce en la categoría de menos de 60 kilos. 

Judo o yudo es el arte marcial creada por Jigoro Kano a finales del siglo XIX y que significa camino hacia la flexibilidad. Si consideramos las cuatro dimensiones del management que son el equipo, entre pares y hacia arriba, el judo conecta con la cuarta, la más importante, el autoliderazgo. Es el enfoque por el que se debe empezar a trabajar el liderazgo y donde suele estar el obstáculo más complicado de superar.

  1.  La fuerza del otro a favor (Principio moral del judo: amistad y beneficio mutuo). En el judo no es tan importante la fuerza como saber aprovechar la que está en juego. La energía de la otra persona es fundamental para sacar el máximo partido a la propia. Es un intercambio virtuoso e inteligente. Un buen líder tiene que saberse vulnerable, es decir, humano y no perfecto. Así lo confirman los nuevos modelos de liderazgo como el de seguridad psicológica que plantea Amy Edmondson o el experto en gestión de equipos Patrick Lencioni. Por eso, un buen líder sabe rodearse de personas que complementan sus carencias. Eso no es difícil, lo que cuesta es asumir con humildad que seremos mejores si nos ayudamos de otras personas. Me encuentro muchos líderes que dicen que esto lo tienen claro y lo llevan a cabo. Sin embargo, no debe ser fácil confiar en alguien que nos recuerda cada día lo que no sabemos hacer bien.

     

  2. El tatami (Principio moral del judo: sinceridad). Es el terreno de juego, donde sucede el combate. Está regulado, hay unos límites. No se pueden sobrepasar. Dentro del tatami hay margen de movimiento. Fuera no es posible actuar. La definición del marco de trabajo y la comunicación clara de las expectativas son una herramienta clave del líder. El equipo necesita saber cuál es el tatami. Y el líder podrá reconducir cuando las personas del equipo salgan de él… Sólo si ha quedado claro cuál era. De la misma manera, todo lo que suceda dentro del mismo está bien. Un líder no puede estar encima de cada colaborador para comprobar, por ejemplo, si va bien el proceso, cuando el marco era asegurar el resultado. Se llama confianza.

     

  3. El agarre (Principio moral del judo: valentía). Una vez comienza un combate, o durante el entrenamiento, los dos judocas se agarran el judogi. Y así se mantiene todo el tiempo. En ocasiones se suelta para buscar otro agarre más cómodo porque no siempre el inicial adoptado nos conviene. La presión es constante. La atención se presta a la tensión que existe entre los dos, al entre. No puede ser muy alta porque no se puede sostener. Ni aflojarse, porque no es posible interactuar. La tensión justa. En los procesos de cambio va a existir tensión. Y en los conflictos. Y en las relaciones entre los miembros de los equipos. Es natural a todos ellos. Por eso, el liderazgo implica atender a esa tensión justa. No aspirar a que los cambios sucederán sin coste, los resultados sin resistencias o el compromiso sin confrontación. El ejercicio del líder consiste en observar la tensión del agarre: ni excesiva ni suave, la suficiente para el movimiento deseado.

     

  4. El ritual del saludo (Principio moral del judo: respeto). Antes y después de empezar cada entrenamiento es imprescindible el saludo. Muestra de respeto y chequeo de preparación. Miramos al otro deportista, nos mira, nos hacemos presentes para la tarea. Tan fácil para un líder reconocer la presencia de cada persona de su equipo, antes de la tarea, o al final de la misma. Aquí no se pone en valor el resultado, ni tan siquiera el esfuerzo. Solo la presencia. Chequeo emocional, de la persona. ¿Cómo está? ¿Cómo le va? ¿Cómo se encuentra en esta nueva tarea? ¿Qué tal le fue con este nuevo cliente o proyecto? El saludo, desde el líder, re-conoce a la persona en su valor como tal, no por su rol, no por su valor a la empresa, no por sus resultados. Es un ritual saludable para el equipo.

     

  5. La caída (Principio moral del judo: modestia). Haciendo judo se cae muchas veces. Constantemente. Y se hace caer al compañero. Caer no es el final del combate, salvo que no se sepa hacer. Consiste en caer al suelo correctamente. Éste es un aprendizaje fundamental. Tras muchas caídas el yudoka se da cuenta de que no debe resistirse a la fuerza de la caída, sino acompañarla para que esa energía te ayude a levantar. O si esto no sucede, a no hacernos daño en la fuerza de la caída. Un líder se va a equivocar muchas veces, a perder proyectos, pero debe identificar qué le hizo llegar hasta ahí para tomar energía para seguir, o saber parar.

     

  6. El equilibrio (Principio moral del judo: cortesía). Cuando se sale de un entrenamiento de judo, donde se ha estado dos horas intentando mantener el equilibrio, el yudoka es capaz de sostenerse y sostener a otros sin dificultad. Es una suerte de seguridad física que permite sostener la incertidumbre del entorno. Sabe que se va a mantener centrado, compensando en una dirección el desajuste que venga de otra. La capacidad del líder de mantener al equipo en equilibrio en contextos de incertidumbre es especialmente importante en estos días. Para ello, primero debe comunicar de manera adulta que la incertidumbre existe. Y después puede ofrecer escenarios posibles y optar por uno. Cuando se acerque otro vaivén no previsto, estará preparado para restaurar el equilibrio en otra dirección. El equipo notará el movimiento, porque es real, pero no caerá.

     

  7. Autoconocimiento (Principio moral del judo: autocontrol). Los entrenamientos, la disciplina, los rituales y los valores estaban destinados a algo mayor: conocerse a uno mismo. La propiocepción del cuerpo y del estado de ánimo permiten al yudoka saber dónde está e identificar sentimientos de enfado o de alegría, incluso si está cansado y debe parar. Hoy, cualquier líder aspiraría a ser capaz de identificar estas emociones para conocer cuál es su lugar, y a veces más importante cuál no. Saber dónde poner esa energía, a veces al servicio del equipo, a veces para él mismo. Explorar sus límites y sus posibilidades. Si el líder conoce esto, podrá avanzar al siguiente paso: identificar las emociones de los equipos, ayudarles a optimizar su energía –que no su tiempo– y reconocer sus capacidades e impulsar su potencial.