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El Papa Francisco y la IA: ética en el G-7

Expansión | | 4 minutos de lectura

Recientemente, se ha celebrado la última cumbre del G-7 en Bari, Italia, hospiciada por la primera ministra de este país, Giorgia Meloni. Entre los acostumbrados temas de la actualidad política y económica, abordaron los retos de la Inteligencia Artificial, para los que invitaron a un ponente poco común, el Papa Francisco. Muchos seguramente se sorprenderán de la presencia en una cumbre de este tipo de un personaje religioso tan relevante. Los titulares de la cumbre se han centrado en sus pronunciamientos sobre la guerra de Ucrania y la amenaza que representa China para los intereses de los países occidentales. Pese a que las palabras del Papa Francisco ocupan el último lugar de estas crónicas, paradójicamente, la imagen del Papa hablando a estos líderes mundiales representa la foto de esta cumbre. 

La invitación al Papa Francisco al debate sobre IA subraya un reconocimiento de que esta tecnología no solo plantea retos, económicos y políticos, sino también sociales y culturales, para los que no tenemos todas las respuestas. Esto plantea la pregunta: ¿qué puede aportar un líder espiritual a un debate predominantemente tecnológico?

Aunque la matriz cristiana sigue estando en la base de la mayoría de las sociedades más desarrolladas, la voz del Papa Francisco en realidad representa una sensibilidad espiritual mucho más amplia. El intenso diálogo intercristiano e interreligioso que desde hace sesenta años el Vaticano está llevando a cabo, los numerosos encuentros con líderes de otras tradiciones espirituales, e incluso la firma conjunta con representantes judíos y musulmanes de su reciente encíclica Fratelli tutti, dan un peso más universal a sus palabras.

La religión efectivamente ya no es tan importante en nuestras sociedades, pero eso no significa que su aportación sea irrelevante. La tradición cristiana siempre ha enfatizado la coherencia última entre fe y razón. Por eso, existe una Academia Pontificia de las Ciencias, en la que participan como miembros destacados científicos de todo el mundo, sean cristianos o no. La Iglesia católica tiene numerosas universidades repartidas en los cinco continentes. En particular, en junio de 2023 se anunció un acuerdo con la Universidad jesuita de Santa Clara (California) para publicar un código ético de uso de la Inteligencia Artificial. Santa Clara no es cualquier lugar, sino una universidad situada en Silicon Valley, y, por tanto, un lugar de privilegiado acceso a las empresas y líderes empresariales que más están desarrollando esta tecnología.

En este contexto, ¿cuál puede ser la aportación del Papa? La respuesta a esta pregunta radica en reconocer que muchos avances científicos y sociales plantean nuevos retos éticos y humanos. Por ejemplo, la comprensión del género ha evolucionado significativamente, cuestionando muchas de nuestras creencias tradicionales. Asimismo, los avances en biotecnología han transformado procesos antes considerados puramente biológicos, como la fecundación y el nacimiento. Estos cambios pueden generar dinámicas de desigualdad y plantean preguntas profundas sobre nuestra humanidad y cómo podemos preservar nuestros valores fundamentales en una era de rápida transformación tecnológica.

Los más vulnerables 

Los medios de comunicación se han hecho eco de su llamado a que el ser humano no pierda el control de esta tecnología, a estar atentos sobre su efecto sobre los más vulnerables, a no dejar decisiones sobre la vida y la muerte de otras personas (referencia a las guerras actuales) en manos de un algoritmo, que además no sabemos cómo se ha diseñado.

El Papa advierte que estamos cayendo en la tentación, recogida en el primer libro de la gran tradición judeocristiana, de creernos como Dios, esto es, no aceptar ningún límite, de olvidarnos de quién es nuestro hermano, de constreñir tanto la problemática libertad del ser humano hasta hacerla inviable en la práctica.

Dos conclusiones se desprenden de esta reunión. La primera es que, a pesar de tanto cambio, hay un sustrato humano que permanece. Por eso, podemos seguir leyendo los textos sagrados antiguos con provecho. Algunos están proponiendo recuperar las "tradiciones de sabiduría", no para repetir instituciones o normas del pasado, sino para alcanzar la sabiduría del corazón que nos permita tomar las mejores decisiones. La segunda, es que necesitamos identificar más claramente los fundamentos de nuestra sociedad democrática y liberal. Para que la senda de progreso acelerada en los últimos siglos no dé un paso en sentido contrario. Para los líderes del G-7, preocupados por la estabilidad y el progreso de sus sociedades, éste debería ser un tema muy importante.