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Un debate decisivo

ABC | | 2 minutos de lectura

Kamala Harris, la candidata por sorpresa, ha conseguido dar la vuelta a las encuestas de Joe Biden en muy poco tiempo. Va por delante no solo en el voto nacional sino en la media docena de estados en los que se deciden las elecciones del cinco de noviembre. Pero esta ventaja es pequeña y en las semanas próximas puede ocurrir cualquier cosa. Donald Trump no pasa por su mejor momento, desconcertado ante la pujanza demócrata, y propone extravagancias como encargar a Elon Musk la reforma de la Administración o convertir a Estados Unidos en el paraíso de las criptomonedas, un negocio en el que se adentran sus hijos. No obstante, el magnate neoyorkino sigue concitando grandes apoyos entre grupos de votantes muy diversos (trabajadores, libertarios, evangelistas, minorías), una coalición que teje con la maestría del partido demócrata de otros tiempos.

Kamala Harris es todavía poco conocida entre los votantes, una circunstancia que aprovecha para presentarse como la novedad y encarnar la promesa de cambio, sin exponerse al escrutinio de la prensa. Harris sigue el guion de Barack Obama, se mueve hacia el centro y enarbola la bandera de la esperanza. Prefiere encabezar un movimiento a detallar las políticas que impulsaría. Ha dejado de enfatizar su pertenencia a minorías raciales, así como su aspiración de ser la primera presidenta de Estados Unidos, mientras acapara el voto de las mujeres.

El martes en Filadelfia tendrá lugar el único debate de la campaña, que puede ser decisivo si hay un ganador claro. Los asesores de Harris están algo nerviosos. Mientras preparan de forma minuciosa a su candidata y echan la culpa a Joe Biden por haber aceptado debatir con el micrófono apagado cuando no se tiene la palabra. La regla se mantiene y perjudica a la aspirante demócrata, porque no se escucharán las acostumbradas interrupciones y comentarios desabridos de Trump. Pero hacer tanto ruido sobre un asunto de procedimiento es más bien una forma de bajar las expectativas sobre Harris. Se trata de conseguir que un desempeño solo correcto se convierta en victoria, suficiente para proseguir con éxito su guerra relámpago.