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¿Trump, pasado imperfecto?

El Correo | | 3 minutos de lectura

El debate entre los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos ha tenido una clara ganadora, Kamala Harris. Los republicanos enseguida han culpado al árbitro –los moderadores de la cadena ABC– y los demócratas han suspirado de alivio. La victoria ha sucedido justo cuando bajaba la ola de popularidad veraniega de la vicepresidenta y las encuestas volvían a dibujar una elección muy ajustada, en la que cualquier resultado era posible.

Donald Trump ha desaprovechado la oportunidad de subrayar las contradicciones de su rival en asuntos de calado, desde la economía, la energía o la inmigración y de proponer medidas por su parte. El candidato republicano sigue siendo su peor enemigo, temperamental y narcisista hasta el extremo, y ha caído en todas las trampas que le tendía Harris: la discusión sobre el número de personas que asisten a sus mítines, el supuesto robo de las últimas elecciones presidenciales, los hábitos alimenticios de los inmigrantes, la falta de apoyos internacionales, salvo el de trumpistas como Viktor Orban…

Trump ha acabado a la defensiva, visiblemente incómodo con la seriedad y contundencia dialéctica de la que ha tenido que enfrentarse. Una prueba de lo mal que ha salido parado es que enseguida ha tratado de dar a los medios una interpretación favorable de lo sucedido y no ha descartado del todo un segundo debate en octubre, algo que no estaba previsto.

Kamala Harris ha sido la alumna que se sabe todos los temas y que demuestra haber ensayado para decirlos con tranquilidad y sin perder la compostura. Ha acertado al presentarse como la candidata del cambio y proyectar optimismo sobre el futuro, una centrista dispuesta a buscar soluciones y tender puentes en una sociedad fuertemente polarizada. No ha sido abanderada del mundo ‘woke’ de San Francisco ni la representante de las minorías raciales.

Queda sin embargo mucha campaña y nada está decidido. Uno de los efectos positivos del éxito de Harris es el anuncio de la popular cantante Taylor Swift de que, una vez ha visto el debate, votará de nuevo demócrata. Se trata de un apoyo muy relevante que puede sumar a muchos jóvenes, proclives a la abstención.

La sensación para muchos espectadores del debate es que el candidato republicano es un hombre del pasado, conflictivo y con una relación tenue con la realidad.

Pero no hay que subestimarlo: conserva el respaldo de la base republicana y ha movilizado enormes recursos en la media docena de Estados en los que se decidirán las elecciones. Trump nunca va a dar por perdida –literalmente– la posibilidad de volver a la Casa Blanca.