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Ucrania se defiende

ABC | | 2 minutos de lectura

La respuesta de Estados Unidos y Reino Unido a la adquisición por Rusia de misiles iraníes para intensificar sus ataques a Ucrania no se ha hecho esperar. El consenso surgido de las conversaciones estos días en Washington entre Joe Biden y Keir Starmer es levantar las restricciones para que el gobierno de Kiev utilice en su respuesta misiles británicos de largo alcance (y más adelante, estadounidenses). Se trataría de destruir objetivos seleccionados y pactados dentro del territorio ruso, empezando por bases militares, aeropuertos y líneas de logística.

Este cambio de estrategia al que se resistía Biden, unido a la operación para controlar el territorio ruso de Kursk este verano, aporta una valiosa ambigüedad estratégica a los ucranianos y debilita la guerra de desgaste y atrición que promueve el país invasor. Las sanciones occidentales, por su parte, también hacen mella, aunque son incompletas y permiten a Rusia re-orientar su economía hacia otros países.

Putin ha declarado que la decisión tomada en Washington sobre este nuevo uso de misiles por Ucrania equivale a una declaración de guerra de la OTAN. Nada nuevo: su retórica de doblar la apuesta y mencionar una escalada nuclear suicida es la misma de siempre.

En el fondo, la verdadera jugada del dictador ruso es que Donald Trump gane las elecciones del 5 de noviembre y cumpla con su promesa de poner fin al conflicto de Ucrania en veinticuatro horas. El único modo de hacerlo es recompensar al invasor ruso y permitirle que se quede con las provincias del Este. De paso, se crearía una inestabilidad permanente en la frontera oriental de Europa y se animaría a un Xi Xinping en busca de éxitos internacionales a poner todavía más presión sobre Taiwan. Trump se ha quejado durante la campaña de lo mal que tratan los países occidentales a Vladímir Putin, un líder al que respeta y admira, y con el que siente que puede pactar. Unos pocos miles de votos en media docena de los llamados estados bisagra decidirán las elecciones en Estados Unidos y, de paso, la suerte de Ucrania y la seguridad europea y global.