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La era de los líderes autoritarios

Grupo Vocento | | 3 minutos de lectura

Desde hace más de veinte años asistimos en algunos de los países más importantes del mundo a la llegada al poder de 'hombres fuertes', como Vladímir Putin, Donald Trump o Xi Jinping. Este tipo de políticos no solo triunfan en regímenes autoritarios como China o Rusia. También encuentran gran recorrido en las democracias liberales y minan sus fundamentos. Un reciente libro del periodista británico Gideon Rachman, 'La era de los hombres fuertes', estudia con lucidez y profundidad este fenómeno, propio de una nueva era en la política global. Como explica este autor, los líderes en ascenso son nacionalistas y populistas, con un claro rechazo de las minorías y de los extranjeros. Suben al poder con el argumento de representar al ciudadano de a pie, se fían solo de sus instintos y promueven un peligroso culto al líder, sin disidentes ni contrapesos. Tienen especial alergia a los periodistas y a los jueces. Por ahora son todos hombres, aunque su deseo de encarnar ellos solos a la nación entera no es ajeno a algunas mujeres dedicadas a la política. La ventaja de las democracias liberales frente a este tipo de fenómenos disruptivos es que están diseñadas para limitar el poder y frenar las arbitrariedades del que manda.

De este modo, un líder como Donald Trump, admirador confeso de Xi y Putin, no ha podido hacer más daño en cuatro años a la convivencia democrática, aunque está por ver cómo podría ser su eventual segundo mandato, al que llegaría en 2024 con más ganas de revancha que nunca. La gran pregunta del libro de Rachman es ¿por qué triunfan estos hombres fuertes? En nuestra Europa, con Viktor Orban y Jaroslaw Kazynski emulando a Trump, la respuesta es la larga serie de crisis, desde el shock financiero de 2009 a la avalancha de refugiados de 2015, pasando por el 'brexit' y la pandemia. Dichas situaciones excepcionales han debilitado las instituciones y hoy las personalidades individuales dominan más que nunca el debate político. Muchos votantes buscan actores salvíficos, que ofrecen soluciones sencillas y emocionales, en forma de tuits y eslóganes en vez de reclamar políticas públicas bien diseñadas. Son respuestas ineficaces a problemas muy complejos y los hombres fuertes crean enemigos externos a los que culpar de todo. Boris Johnson y su gestión del 'brexit' es un paradigma de este modus operandi. Pero también florecen los hombres fuertes en Asia. Rachman concluye que, en esos casos, su nacionalismo se alimenta de grandes expectativas, en vez de la desesperanza de los occidentales que eligen a líderes autoritarios sin reparar en las consecuencias para sus libertades.