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En el tenis, una derrota nunca es un fracaso

Expansión | | 5 minutos de lectura

El tenis comparte habilidades con otras disciplinas: esfuerzo, espíritu de sacrificio y capacidad de competir. Se necesitan muchas horas practicando cada golpe; una, cien, mil veces, carros y carros de bolas, hasta perfeccionar la técnica. Y también horas de gimnasio, de preparación física y mental para aguantar el ritmo de un partido, para resistir cuando éste se tuerce y toca ir a un tercer set, tal vez a un tie break, que se puede alargar, y que hay que encarar fuerte de mente y cuerpo.

Por eso hay aptitudes específicas del tenis que pueden ser un enriquecedor aprendizaje para un directivo o empresario. El primero es no tener miedo a tomar determinaciones rápidas. En un partido de tenis las decisiones se toman a gran velocidad, se reacciona en décimas de segundo; no hay tiempo para reflexionar. El deportista puede apoyarse en su entrenador en los cambios o mirarle entre servicio y servicio, pero, en el momento de pegar a la bola, no caben las indecisiones; si duda, el oponente decidirá por él, le llevará a su terreno y le hará jugar a su modo. Un buen tenista es, ante todo, determinado. Confía en su juego y va a por ello. En el entorno empresarial equivaldría a huir de la célebre parálisis del análisis. Cuántos altos ejecutivos encargan estudios macro a consultorías para después encontrarse frente a los datos que analizan y vuelven a analizar y sienten vértigo cuando deben optar por una de las opciones que se les plantean. En tenis sería impensable que el jugador no tomara decisiones, esto es trasladable a la actitud del líder empresarial.

En segundo lugar, el tenis nos enseña a asumir la responsabilidad última de nuestras decisiones. Otro fleco de esa toma de decisiones del tenista es la soledad. En la pista de tenis se está muy solo; el tenista sabe que él, y nada más que él, sacará el partido adelante. Puede comentarlo con su entrenador antes, pedir opinión, pero al final estará él frente a su oponente. Eso es lo más inquietante cuando compiten los niños, que deben enfrentarse a una gran carga tensional al no poder compartir los momentos difíciles del partido. Por eso cuando compiten por equipos están más contentos.

El tenis es un deporte solitario, lo cual es duro, aunque también muy formador. El tenista aprende a ser responsable de sus propias decisiones. Del mismo modo, el líder empresarial puede apoyarse en su equipo, pero siempre habrá alguien que deberá responder en última instancia por la resolución tomada, por la actividad emprendida o por la inversión empujada o rechazada. Y es importante ser capaz de hacerlo y de asumir esa responsabilidad, aceptar la cuota de carga en una tarea.

 

Nuevo set

Por último, en el tenis como en la gestión, hay que confiar siempre en el proceso, ser modesto y pensar a largo plazo. En este deporte, la temporada es larga, se debe mantener la motivación e interiorizar que, del mismo modo que un partido bueno no convierte a un tenista en un campeón, uno malo no le define. Recordemos la frase de Nadal con catorce años, tras ganar Les Petits As, ante la pregunta del periodista "¿Qué piensas hacer ahora?". Él respondió "Seguir entrenando. Por ganar este torneo tampoco quiere decir que vayas a ser muy bueno". Lo dijo con tal naturalidad y modestia que ya entonces tenía totalmente interiorizadas... Él sabía que una victoria no define tu trayectoria como tenista. Y una derrota tampoco.

En tenis, para bien o para mal, a la semana siguiente todo empieza de cero. Durante la temporada, los jugadores empalman un torneo con otro -Montecarlo, Godó, Mutua, Internazionali, Roland Garros, Wimblendon, US Open¿- en una cadena sin fin. Todos saben que, aunque el domingo se haya levantado la copa en Montecarlo, al día siguiente toca empezar de nuevo en Barcelona, volver a demostrar, jugar la primera ronda otra vez. Eso es muy exigente mentalmente; nada se da por sentado. Y, a la vez, esperanzador, si no hubo suerte con el cuadro de clasificación en Roma, porque se ha caído en primera vuelta, habrá una nueva oportunidad en París; hay que volver a levantarse y salir a la pista con toda la energía, una y otra vez, cada semana, en cada torneo. De nuevo, una valiosa enseñanza: que ni los mejores cumplidos de socios o clientes, ni los mayores éxitos de ventas o resultados de inversión nos nublen. Sigamos demostrando, dando lo mejor de nosotros mismos, no nos confiemos, no bajemos la guardia, sigamos luchando, sigamos trabajando.

Un ejemplo de todo lo anterior es la historia de convicción y tesón de Diego Schwartzman, también conocido como El Peque, un tenista argentino de 1,70 metros de altura, poca para este deporte, y quien recibió continuas críticas por este defecto. Sin embargo, en la era de Djokovic, Nadal y Federer, en la que los tenistas miden 1,85 o más, y se caracterizan por un gran servicio, grandes voleas, Schwartzman le sacó el máximo partido a su juego y llegó a estar en el top 10 mundial. Su dureza mental es una gran lección de management. Aunque las condiciones sean desfavorables, aunque el entorno no nos apoye, el líder dispone siempre de dos armas: la motivación y el trabajo. Y pueden ser tan valiosas como cualesquiera otras cualidades.