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En rugby, cada uno es amo de su destino

Expansión | | 7 minutos de lectura

“Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”. Esta frase, extraída del poema titulado Invictus y que atesoró Nelson Mandela durante veintisiete años de encarcelamiento, se hizo conocida en todo el mundo gracias a la adaptación al cine de su biografía, Factor Humano (John Carling), que fue dirigida en 2009 por Clint Eastwood. La película, también titulada Invictus y protagonizada por Morgan Freeman, puso en el mapa para muchos no aficionados al universo del rugby a los Springbox, el equipo de Sudáfrica. Y tanto en el libro como en la cinta se pone de manifiesto que el principal valor de este deporte es la convivencia y, por eso, el intuitivo e inteligente Nelson Mandela lo eligió como elemento integrador del país que terminó dirigiendo. Casualmente, en octubre de 2023, durante el último mundial de esta disciplina se repitió la misma final que ambos relatan y que tuvo lugar en 1995, en pleno apartheid: los Springbox contra los All Black. Un partido que terminó de igual forma que aquél, con la victoria de Sudáfrica. 

Para los que amamos el rugby y el mundo empresarial hay pocas cosas más motivadoras que destacar lo mucho que las organizaciones podemos extraer de la filosofía y de los valores de este deporte para conseguir que las empresas sean un lugar donde la eficiencia y la productividad se incrementen a través de la cooperación y un adecuado liderazgo. Necesitamos líderes que sean capaces de comprender que el trabajo en equipo está por encima de las individualidades, líderes que sean capaces de gestionar los egos en el equipo e incluso el suyo propio.

Liderazgo compartido 

En el rugby, por más que haya un capitán y un equipo técnico, el liderazgo siempre debe ser compartido. De hecho, el autoliderazgo derivado de la conciencia de responsabilidad hace que, en función del momento y de la necesidad del partido, lo puedan asumir diferentes personas. ¿No es o no debería ser así cuando trabajamos por proyectos en las organizaciones? En el mundo actual, que los expertos definen como Bani —acrónimo del inglés brittle, anxious, nonlinear y incomprehensible, o lo que es lo mismo, frágil, ansioso, no lineal e incomprensible— es imposible que nadie pueda, por sí solo, hacer que las cosas sucedan adecuadamente. El talento colectivo es la clave. Puede que en algunos deportes un jugador marque la diferencia, pero, en el rugby, uno solo no puede llegar a deEn rugby, cada uno es amo de su destino LECCIONES Este deporte demuestra que con integridad, pasión, solidaridad y disciplina se puede conseguir el éxito. EN LOS JUEGOS OLÍMPICOS El histórico partido entre Sudáfrica y Nueva Zelanda de 1995 (en la imagen) demostró la importancia de jugar en equipo en la consecución de la victoria. En octubre de 2023, durante el último mundial, se repitió la misma final, que volvieron a ganar los Springbox. Profesor del departamento de dirección de Personas y Organización de Esade cantar un partido a favor de su equipo. Son quince personas y, por más que alguna de ellas destaque por su capacidad física o por su capacidad estratégica, si los compañeros no desempeñan el rol que le corresponde, éste no podrá poner en marcha ninguna de sus habilidades. 

Es más que recomendable el libro Legado: las 15 lecciones de liderazgo a través de los All Blacks, de James Kerr, en el que se explica muy bien el concepto de autoridad. Según dicho texto, el liderazgo debería ser entendido desde la voz auctoritas (influencia positiva) y no desde la de potestas (organigrama). El libro también describe muy bien el denominado Tercer tiempo, que tiene lugar una vez finalizado el partido, cuando las dos aficiones que han animado enfervorecidas a sus respectivos equipos se van a tomar cervezas juntas –actividad imposible entre dos aficiones de fútbol, por ejemplo–. En el caso de los All Black, además, el capitán y el entrenador se quedan durante este tercer tiempo recogiendo el vestuario mientras el resto de jugadores se va a disfrutar de la merecida cerveza con el equipo rival y sus seguidores. ¿Por qué? Muy sencillo, en la filosofía del rugby es un honor y un orgullo para el capitán y el entrenador servir a sus compañeros.

Sin embargo, en las empresas, demasiados directivos prefieren ser servidos que servir, cuando la mejor manera de que las organizaciones perduren es que los líderes creen a otros líderes. Es asombroso lo mucho que se puede lograr cuando a nadie le importa quien recibe el crédito.

Los valores del rugby 

Integridad, pasión, solidaridad, disciplina y respeto son los cinco valores, el ADN de este deporte. Hay una frase que se repite y que no podría aplicarse al rugby: “Los valores son el marco que nos guía, pero hay empresas que solo tienen los valores en un marco”. Y es cierto. Cuántas organizaciones tienen éstos en paredes, en el salvapantallas, en la página web, pero cuando trabaja en o con ellas se puede comprobar que no coinciden con lo que realmente acontece en ellas. 

En el rugby, estos valores se cumplen sin grietas. Basta con ver un partido desde una perspectiva de análisis, para darse cuenta que son la guía para los jugadores de ambos equipos, tanto para los que están en el campo, como para los suplentes o los lesionados. Estos dos últimos, durante el partido, hacen las veces de aguadores para sus propios compañeros, porque nunca uno debe creerse tan grande como para dejar de hacer las pequeñas cosas que se necesitan hacer. 

Además, ningún miembro del equipo habla de orientación a resultados, aunque la óptima aplicación daría una cuenta de resultados que dejaría satisfechos a los accionistas de cualquier empresa. Y eso sería la consecuencia de tener a los trabajadores con un nivel de engagement o compromiso que llevaría a dar lo mejor de ellos en cada momento. 

La premisa fundamental del rugby es el respeto, ese valor que se da de forma intrínseca en la cooperación; respeto a los compañeros, a los contrincantes, alárbitro y en el mundo de la organización también se pueden hacer todas las analogías que se estimen oportunas. En un partido de rugby jamás, salvo excepciones obvias de las campanas del Gauss, un jugador cuestiona las decisiones arbitrales. El respeto a la autoridad es total. Tal vez en las empresas deberíamos adaptar ese concepto de respeto añadiendo algo de visión crítica y de debate antes que decir sí a todos los planteamientos planteados desde instancias superiores. No cuestionar por cuestionar, pero sí exponer cada visión para enriquecer el proceso de toma de decisiones. 

Sin embargo, y por más que las empresas proclamen que la diversidad suma y que, por tanto, necesitan personas que siempre estén cuestionando las cosas para mejorar el rendimiento, no hay nada que esté ahora mismo más lejos de la realidad. Tristemente, en la mayoría de empresas quienes más posibilidades tienen de crecer en el organigrama son los yesman o las yeswoman (hombre y mujeres que dicen sí a todo). El respeto no tiene que ver con asumir las decisiones de los demás, sino en debatir en las formas adecuadas. Las empresas que van a conseguir captar talento y fidelizarlo serán las que generen espacios de cooperación y confianza, no temor.