La nueva normalidad de la pospandemia nos ha traído de vuelta un fenómeno que habíamos olvidado en las últimas dos décadas: una alta inflación. Si hoy en día los economistas tenemos perspectivas muy diferentes sobre cuáles son los riesgos de una inflación elevada, es porque el repunte de los precios nos ha tomado por sorpresa. Acabamos de salir de años en donde el debate se centraba en cómo evitar una espiral desinflacionaria. De hecho, el inicio de la pandemia nos hizo pensar que el problema de la desinflación habría podido ser todavía más relevante. En la primavera de 2020, la mayoría de los analistas económicos esperaba una caída de la inflación a terreno negativo, y la posibilidad de que los tipos de interés nominal se mantuvieran en su cota inferior (ZLB, por sus siglas en inglés) por un prolongado periodo de tiempo. Al contrario, hemos acabado el año 2021 con una inflación del 7 % en Estados Unidos, el nivel más elevado desde 1982 si la medimos sobre el índice de precios al consumo, y del 5 % en la Eurozona, otra cifra récord de los últimos 30 años.