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Trump y la tecnología: Silicon Valley toma el poder

ComputerWorld | | 12 minutos de lectura

La ideología libertaria de Silicon Valley no es una nueva tecnocracia. Es una forma de comprender la tecnología como un proceso de transformación cultural y política que genere sistemas a gran escala para solucionar cualquier tipo de problema.

Es complicado abordar el tema de Donald Trump debido al clima de gran visceralidad que rodea cualquier discusión sobre su figura. Lo que intentaré en este artículo es aportar una visión prospectiva –y necesariamente especulativa– en relación a lo que podemos esperar de la política en tecnología digital que la nueva Administración norteamericana puede ir adoptando, en relación a la diplomacia y geoestrategia; la reindustrialización; y la ideología libertaria procedente de Silicon Valley que sustenta todo el andamiaje anterior.

Geoestrategia 

Creo que para entender la importancia de la política tecnológica de Trump debemos entender que la economía digital representa ya el 23% de la economía mundial (frente al 3% de hace 20 años). Y en este contexto, como es bien sabido, existen dos países que lideran la transformación digital: Estados Unidos y China.

El gigante asiático es el principal antagonista en la agenda de Trump, por lo que la nueva Administración centrará sus esfuerzos diplomáticos en disuadir la expansión del país asiático, que utiliza, entre otros medios, las plataformas digitales. Si estoy en lo cierto, la nueva Administración norteamericana se esforzará en cerrar los conflictos existentes en Oriente Próximo y en Ucrania. En cuanto al primer punto, creo que se buscará la firma de los Acuerdos de Abraham, lo que permitiría normalizar las relaciones diplomáticas entre Israel y Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos. Es probable que Trump retome esta política e intente resolver el conflicto involucrando a sus aliados, especialmente Marruecos y, en particular, el Reino Alauita. En el caso de Ucrania, aunque no esté directamente vinculada a su administración, la situación refleja cómo la geopolítica y las promesas incumplidas, como la no expansión de la OTAN hacia el este, han afectado la estabilidad mundial. Es posible que un acuerdo de paz en Ucrania requiera concesiones territoriales a Rusia y garantías de neutralidad, algo que Trump, como negociador, podría considerar un ‘trato’ necesario.

China se ha consolidado en los últimos 15 años en un imperio tecnológico de primer orden. Una buena parte de su prosperidad se debe a la rapidez a la que se han incorporado las personas a un modelo económico en expansión a través de plataformas digitales y de inteligencia artificial (IA). Infraestructuras privadas como Baidu, Alibaba o Tencent ofrecen servicios de todo tipo a miles de millones de personas, desde pagos, banca digital, seguros, sistemas médicos, e-commerce, o redes sociales (como TikTok). China es líder en patentes blockchain y su expansión internacional se respalda en el Yuan digital. Además, está invirtiendo en I+D en telecomunicaciones y una de sus empresas, Huawei, es un auténtico referente a nivel mundial. China ya no exporta marxismo-leninismo ni confucionismo. En el XIX congreso del Partido Comunista chino, el presidente Xi Jinping ofreció otra alternativa al mundo: el capitalismo de estado o autoritario a través de su gran proyecto de la nueva ruta de la seda y en particular atrayendo países “aislados” como Venezuela, Irán, Myanmar Zimbabue y otros.

Una de las claves para entender la posición de China en la actualidad se debe a la excepcional gestión de su talento humanoii. Tanto la administración china como su partido comunista son estructuras meritocráticas. Es decir, los cuadros en la administración y las empresas están formados por personas con alto nivel de preparación. Saben lo que está en juego. Muchos cuadros del partido comunista iiihan leído el libro 1587, A Year of No Significance de Ray Huangiv que muestra cómo, durante la dinastía Ming, la meritocracia fue socavada cuando el emperador Wanli, desilusionado por problemas personales y luchas de poder, dejó de participar activamente en el gobierno, desestabilizando la administración y erosionando la eficiencia burocrática que dependía del mérito y la competencia de sus funcionarios. Dicho de otro modo, desde China se observa con condescendencia como ciertos perfiles, sin demasiada preparación, llegan a ostentar altos grados de responsabilidad en las democracias occidentales.

Queda atrás la doctrina Kissinger que facilitó que China se convirtiera en la “fábrica del mundo” durante el siglo XX para el control económico y político del expansionismo de la desaparecida Unión Soviéticav. La proliferación ideológica y militar de China quedó bajo un cierto control de los Estados Unidos, precisamente por el traslado de la industria estratégica de fabricación de chips y semiconductores en el anillo de países limítrofes como Japón, Singapur, Corea del Sur y Taiwánvi. Por todo ello, creo que la administración Trump intentará concentrar sus energías en una política de contención hacia China, desactivando los conflictos que puedan distraer este objetivo e intentando evitar un conflicto armado directo que sería inevitable si China intenta invadir Taiwán.

La reindustrialización

A nivel interno, creo que se potenciará la competitividad de las infraestructuras digitales norteamericanas al rebufo de la revolución de la IA. En primer lugar, se desregulará a las grandes plataformas. Esto contrasta con la postura de figuras como Lina Khan, actual presidenta de la Comisión Federal de Comercio (FTC), quien ha promovido una visión más restrictiva sobre el poder de las grandes tecnológicas, buscando limitar prácticas monopolísticas. Uno de los más recientes ejemplos en este sentido es la decisión del Departamento de Justicia obligando a Google a desprenderse de su buscador (Chrome) y del sistema operativo para móviles, Android a menos que no haga obligatorio el consumo de sus servicios a través del sistema operativovii. Esta decisión, que tendrá su recorrido judicial, se produce cuando el pasado octubre de 2024, Huawei anunció el lanzamiento de su sistema operativo para móviles: HarmonyOS NEXT.

En su anterior mandato, Trump impulsó la iniciativa “Clean Network” para bloquear a Huawei y otras compañías tecnológicas chinas del mercado occidental. Si se trata de bloquear al gigante chino, no parece coherente debilitar a Google. Por ello, es también probable que estas medidas de bloqueo se extiendan hacia Tik Tok, la famosa red social de ByteDance, con sede en China e investigada por transferir datos al partido comunista. Es muy probable que Tik Tok sea controlada por una empresa norteamericana en sus operaciones en los Estados Unidos.

La segunda prioridad, y una de las claves de la campaña, será el “nuevo industrialismo americano” que intentará convertir a los Estados Unidos en un líder manufacturero con incentivos fiscales y enmarcando su discurso hacia las clases trabajadoras. La administración Biden realizó un enorme esfuerzo en este sentido, impulsando la manufactura de chips, potenciando energías limpias y facilitando la instalación de empresas de coches eléctricos chinos y coreanos en suelo norteamericano, una media, esta última, muy controvertida, sobre todo frente a la posición de Tesla y Elon Musk. El proyecto de la empresa china Gotion para construir una fábrica de baterías para vehículos eléctricos con una inversión de 2.400 millones de dólares en Michigan provocó una fuerte oposición que derrocó al ayuntamiento de la población. JD Vance –el futuro vicepresidente– visitó en agosto la zona y criticó a Biden y Harris por entregar dinero de los contribuyentes a una empresa china.

JD Vance procede de una familia desestructurada y muy humilde de Kentuky, una historia que se convirtió en best-seller y en una película que puede verse en Netflix: Hilbilly Elegyviii. No es de extrañar que el veterano senador demócrata Bernie Sanders, ante la victoria de Trump, se preguntara con amargura ¿quién ha hablado a las clases trabajadorasix? Veremos pues como la tecnología digital promueve la reindustrialización en zonas deprimidas como los estados que forman el “Rust Belt” (anillo del óxido) denominado así por la visión frecuente de antiguas factorías de acero, hoy abandonadas, y que salpican el paisaje como extrañas esculturas de metal oxidado.

Una tercera cuestión a tener en cuenta es el flujo de empresas y talento que se desplace desde Silicon Valley hacia otras zonas. HP, Oracle, Tesla y hasta 59 empresas han ido trasladando sus sedes corporativas u operativas a Houston (Texas), para reducir costes y reclutar talento de la gran oferta universitaria de la zona. Recientemente, Oracle ha anunciado el traslado de su sede a Nashville, Tennessee, el estado al sur de Kentucky. Además de ser la capital de la música country, Nashville es un hub de tecnología médica de primer orden. Veremos como la nueva administración gestiona las cuestiones sobre inmigración. Trump, durante su primer mandato, endureció sus políticas, afectando la llegada de talento tecnológico extranjero a Silicon Valley, que depende en gran medida de inmigrantes altamente cualificados. La pregunta es cómo se manejará este desafío en una potencial nueva administración, considerando la competencia global actual por el talento.

La dimensión ideológica

En el corazón del pensamiento tecnológico vinculado a la ideología de Trump se encuentran figuras clave del mundo empresarial y tecnológico. Elon Musk es uno de los más conocidos, no sólo por su influencia en Twitter (ahora X), sino también por su visión de una “tecnología libertaria”. Junto a él está JD Vance que trabajó como Venture Capital durante cuatro años en Silicon Valley donde se hizo con un importante capital relacional y social. Una de esas figuras es el muy influyente –y menos conocido– Peter Thiel un inversor visionario en tecnología (PayPal, Meta, Spotify y Palantir, entre otras) y uno de los primeros patrocinadores de la primera campaña de Donald Trump, con 1,25 millones de dólares. Aunque la relación con Trump es ahora más fría, JD Vance es uno de sus protegidos. Thiel es un defensor del pensamiento libertario y la crítica al statu quo del “establishment”. Junto a Thiel encontraremos a Curtis Yarvin -anterior ingeniero de software en Silicon Valley- una figura relevante en la ideología del “dark enlightment”. Esta filosofía política rechaza la democracia liberal, defiende la meritocracia, un nuevo tipo de elitismo (la tecnología de la IA está en muy pocas manos) el autoritarismo y el tradicionalismo.

Esta filosofía política se articula a nivel cultural impugnando la idea de progreso y de “destino manifiesto” que justificaría la acción imperial de Norteamérica para imponer la democracia, la libertad de mercado y el progreso en el mundo. Por ello se enfatiza el “America First”. En segundo lugar, se apuesta por un gobierno de las élites tecnológicas para resolver cualquier problema a corto, medio y largo plazo (“Longtermism”). Y al frente de la empresa tecnológica a gran escala está una élite meritocrática y un CEO (Chief Executive Officer), no el presidente de una República.

La ideología libertaria de Silicon Valley no es una nueva tecnocracia. Es una forma de comprender la tecnología como un proceso de transformación cultural y política que genere sistemas a gran escala para solucionar cualquier tipo de problema. Por ejemplo, estaría atento a la forma en que se aborde el problema del sistema de salud en los EEUU. Uno de los más caros e ineficientes del mundo. En media, los países de la UE gastan un 11% de su PIB en sus sistemas de salud universal, en claro contraste con el 17% de los Estados Unidos, que ofrece un sistema ineficiente y con cobertura deficiente. Como contraste, muchos chinos gestionan sus citas médicas a través de WeChat de la plataforma Tencent, que a su vez ofrece seguros médicos, emplea personal sanitario y construye hasta los hospitales.

La tecnología está en la superficie, es lo más visible, pero su fuerza ideológica es la que puede llegar a transformar instituciones a diferentes niveles. Curtis Yarvin critica a “La Catedral”, su término para describir la alianza entre la academia, la prensa y las élites culturales, argumentando que forman una red de influencia que impone el consenso ideológico de lo “políticamente correcto” (o woke) llegando a cancelar a los que disienten. Según Yarvin, estas instituciones tienen el poder de moldear la opinión pública a través del control del conocimiento sin tener que rendir cuentas o responsabilidad ante el público. ¿Puede la tecnología transformar a estas instituciones? Ya hemos visto la transformación del periodismo debido a la existencia de las redes sociales que han des-intermediado la relación de la prensa con la opinión pública. Veremos qué ocurre con la Educación y el impacto de la IA generativa (ChatGPT, por ejemplo).

En esta reflexión he intentado presentar algunas ideas con respecto a la posible política tecnológica de Trump en el marco de la cultura libertaria procedente de Silicon Valley donde surge la siguiente pregunta: ¿qué tipo de estructura de gobierno se precisa para competir con China en la era de la inteligencia artificial? Sólo el tiempo podrá contestar a esta pregunta.