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La velocidad de la confianza

La Vanguardia - Dinero | | 3 minutos de lectura

Les recomiendo un libro que acaba de publicarse y de cuyo tema, incomprensiblemente, no había demasiada literatura económica: El director general externo en la empresa familiar (Libros de Cabecera), de José María Joana, Jorge A. Grosse e Ignasi Rafel. Hay publicados infinidad de libros sobre la dirección general, pero no de este cargo desempeñado en el seno de una empresa familiar, pues no tiene absolutamente nada que ver con la empresa multinacional o global que cotiza en bolsa o que no tiene a la familia fundadora en el accionariado o consejo.

Del libro, me gustaría compartir el capítulo que los autores dedican a la confianza, pues considero que es un elemento fundamental entre una familia propietaria de un negocio que ha decidido poner su gobierno en manos de un externo que no pertenece a la familia. El primer concepto es que la confianza tiene una velocidad. Es decir, se va ganando en el tiempo. Hay autores que defienden que la confianza no admite gradientes. Se confía o no se confía. Yo pienso así, pero la velocidad de la confianza hace referencia al tiempo que se tarda en alcanzar ese punto en que un accionista ya manifiesta o siente: “Confío en nuestro director general”.

El segundo concepto es cómo describe el libro que la confianza depende de dos cualidades profesionales: carácter y competencia. Basado en las tesis de Covey en su Speed of trust , el carácter es una combinación de integridad e intenciones. Valores. Ética, honestidad, motivaciones bien claras. Lo que yo suelo llamar persona de mirada limpia o carácter sin costuras. No es fácil porque no se llega a la dirección general sin ciertas habilidades políticas. La política suele ser oscura porque la lucha por el poder, seamos claros, no es una lucha siempre limpia o carente de total transparencia. Pero una cosa es llegar al poder y otro, ejercerlo ante una familia propietaria. Un director general que trate de hacer política ante una familia, por muchos conflictos o divergencias que estos puedan tener, está literalmente muerto. Jamás, ni por dinero, un miembro de la familia traicionará a otro en pro de un director externo.

La segunda cualidad, tras el carácter, es la competencia. Es decir, que sea una persona capaz, con los conocimientos y experiencia que se requieren para llevar el mando de una empresa. Y no son pocos. He conocido a grandes directores comerciales que venden como bestias, pero que no tienen ni idea de cómo gestionar un negocio. No tiene nada que ver vender con gestionar. Finalmente, la convivencia de ego y humildad. Esto sucede con cualquier persona que llega lejos en la vida. No se llega lejos sin autoestima y ciertas dosis de ego, pero la humildad es fundamental para que el ego no se cargue a la propia persona y le arrastre a perder la dirección general que logró.