Polarización y convivencia en España 2021. El papel de lo territorial
Sandra León, Amuitz Garmendia
12 Abr, 2022
En el debate público la polarización suele presentarse como inevitable, extrema y omnipresente tanto en el ámbito territorial como en el ideológico y el identitario. Sin embargo, los resultados de la encuesta ICIP-EsadeEcPol realizada en 2021 que aquí presentamos destinada a analizar la naturaleza y calibrar la gravedad de la polarización en España muestran una imagen mucho más matizada y compleja: los altos niveles de crispación en la política no son el reflejo fiel de un país socialmente fracturado. De hecho, los resultados de la encuesta indican que no parece existir un problema de convivencia.
El principal foco de polarización afectiva (la que se define por la distancia entre los sentimientos que tenemos hacia el grupo con el que nos identificamos y los que manifestamos hacia los otros) son los partidos políticos, pues el grado de afecto hacia los votantes de algunas formaciones está por debajo de 20 puntos sobre 100 (siendo 100 el máximo grado de afecto). En contraste, el grado de afecto de los ciudadanos de cada comunidad autónoma hacia el resto de territorios no son particularmente desfavorables: la polarización afectiva se centra en los partidos, antes que en los territorios.
En la polarización en torno a asuntos ideológicos específicos:
→ Hay consensos transversales amplios en igualdad de género: tanto en el conjunto de España como en todas las CCAA, en torno a un 75% de la ciudadanía está de acuerdo, por ejemplo, con sancionar a las empresas que paguen menos a las mujeres por el mismo trabajo, o con promover los puestos de trabajo sin discriminación de género.
→ Los asuntos que producen mayor polarización son la valoración de la transición y la organización territorial: los habitantes de Cataluña y el País Vasco están más en contra de la recentralización y a favor de la descentralización que el resto; también son más contrarios a las transferencias a otros territorios.
→ Por el contrario, el acuerdo con respecto a la redistribución mediante impuestos y transferencias monetarias de hogares más ricos a más pobres es mucho más amplio. En paralelo, genera más consenso que disenso la preferencia por mejores servicios aún a costa de mayores impuestos.
La encuesta también ha analizado en detalle la dimensión identitaria de la polarización (aquella relacionada con la manera en que definimos nuestra propia identidad en oposición a la de otros):
→ Los elementos más polarizantes en el debate público (comunidad autónoma, clase social y género) aparecen como poco definitorios de la identidad personal: son “nada” o apenas “algo” importantes para la identidad de más del 70% de la población española.
→ El aspecto más relacionado con la identidad personal, la lengua, es “bastante” o “muy” importante solo para un 35%. Esto apenas varía por comunidades autónomas.
→ La identidad territorial dual (español-comunidad autónoma) es más frecuente que las extremas, y a pesar de las diferencias entre autonomías en ningún caso superan las posiciones intermedias.
→ El contexto familiar modifica la identidad territorial: cuando alguno de tus padres es de una comunidad distinta a la tuya, la probabilidad de identificarte con la misma disminuye significativamente. En contraste, el contexto más amplio (la popularidad/frecuencia de la identidad propia en el entorno) no parece influir.
Todo ello se produce en un contexto de buena valoración de la convivencia, con un grado de confianza entre la ciudadanía elevado. La convivencia, eso sí, se valora mejor en sitios más pequeños, entornos inmediatos, y en algunas comunidades que en otras (especialmente Cataluña).
En contraste, la confianza institucional es generalmente baja: ninguna administración (local, autonómica, central, europea) consigue el aprobado en España.
En conclusión, el grado de polarización ideológica, identitaria y afectiva de raíz territorial tiene los puntos de tensión esperables pero moderados respecto a la percepción que podría desprenderse del debate público y político. En contraste, la polarización opera a través de las instituciones: la falta de confianza en ellas, unida al fuerte rechazo que generan los partidos ajenos al propio, y la capacidad específica de tensionar que tienen las instituciones que articulan la organización territorial, concentran el riesgo para el normal funcionamiento democrático.
El PDF completo con el análisis y el anexo de resultados puede descargarse en este enlace.
Profesora Titular de Ciencia Política y Directora del Instituto Carlos III-Juan March
Ver perfilProfesora asistente en el Departamento de Ciencias Sociales y secretaria académica del Instituto Carlos III – Juan March de Ciencias Sociales (IC3JM)
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