Las claves del mercado laboral español en pandemia, según la Encuesta de Población Activa
Manuel Hidalgo Pérez, Carlos Victoria, Ángel Martínez Jorge
28 Ene, 2021
- Aumenta el desempleo aunque no tanto como en crisis anteriores: 2020 terminó con 622.600 personas menos trabajando que el año anterior; la tasa de paro (que no tiene en cuenta a las personas en ERTE) alcanza el 16,1 %, con una variación interanual de 2,35 puntos porcentuales. Los problemas de recogida de datos durante una pandemia invitan a la cautela.
- En horas trabajadas (+10 %) o flujo positivo hacia la ocupación (+100.000 ocupados netos), se ve cómo la brecha abierta en la primera mitad de 2020 se va cerrando en el último trimestre.
- Persisten los problemas estructurales de segmentación del mercado laboral: la destrucción de ocupación en 2020 se concentró claramente en los trabajadores temporales, en la recuperación la temporalidad repunta al 25 % y la parcialidad involuntaria se mantiene.
- A pesar de las nuevas medidas para incentivar la formación, sigue habiendo poco uso de la misma entre las personas desempleadas.
Todo esto tiene tres implicaciones para las políticas a medio plazo:
1) Necesitamos medidas más decididas para reducir la doble dualidad del mercado laboral (temporalidad y parcialidad). La reducción en las diferencias de costes esperados en función del tipo de contrato ayudará a reducir la temporalidad.
2) Pese a su eficacia probada en el corto plazo, los ERTEs no pueden extenderse indefinidamente. Es por ello que deben comenzar a aplicarse nuevas políticas de medio y largo plazo para, a parte de quienes se encuentran ahora mismo cubiertos por ellos, ayudarles a emplearse en otros sectores.
3) En ese sentido, en el ámbito de la formación, las medidas implementadas hasta ahora parecen insuficientes para el acceso fructífero de los desempleados a la misma, particularmente a distancia/desde casa en el contexto actual.
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La Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2020 muestra cinco efectos clave sobre el mercado de trabajo un año después del inicio de la pandemia.
1. Aumenta el desempleo pero no tanto como en crisis anteriores
El desempleo ha aumentado en nuestro país en 622.600 personas, situándose la tasa de paro en el 16,13 %. De este modo, la variación interanual ha sido del 2,35 puntos porcentuales, algo relativamente sorprendente en un país que suele ver su tasa de desempleo dispararse en momentos de fuerte caída del PIB. En tasa intertrimestral esta cifra supone una variación del -0,1 % (-1,6 % desestacionalizada).
Sin embargo, es obvio que estas cifras deben valorarse con mucha precaución por razones técnicas: los datos apuntan a que las medidas de sostenimiento del empleo y de mantenimiento de rentas y de liquidez han sido un elemento fundamental para evitar una destrucción de empleo masiva, aunque, conviene recordar que la definición de la tasa de desempleo y su metodología de cálculo considera a las personas por un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE) como ocupadas y que 755.000 personas continúan en esta situación.
2. Crece la ocupación y las horas trabajadas
Sin embargo, y a pesar de las razones antes mencionadas, es posible señalar algunas dinámicas muy relevantes. En primer lugar, la ocupación creció en 167.400 (+0,87 % y +1,29 % desestacionalizada en tasa intertrimestral). Este aumento, junto con la caída de un 47,4 % de los trabajadores ausentes de su trabajo en la semana de referencia (aproximación EPA de trabajador en ERTE de acuerdo con las recomendaciones de OIT y Eurostat) elevaron el número de horas trabajadas en un 10,1 %.
«Las medidas de sostenimiento del empleo y de mantenimiento de rentas y de liquidez han sido un elemento fundamental para evitar una destrucción de empleo masiva»
Es precisamente por la eventualidad excepcional de las medidas aplicadas para contener los efectos perniciosos sobre el empleo del confinamiento y de la contracción productiva causada por las diferentes olas de la pandemia por lo que es preferible atender a otras variables, no solo la ocupación sino también las horas, como una buena aproximación de la actividad productiva y su efectos sobre la laboral. Así, las horas de trabajo pueden complementar mejor el análisis. A pesar de un crecimiento menor de las horas que en el tercer trimestre (entonces un 15,1 %) los datos publicados hoy muestran que, a pesar de la situación aún compleja por la pandemia, durante el último trimestre continuó cerrándose la brecha originada por la irrupción de la pandemia en el primer trimestre del año pasado. Así, si en el segundo trimestre de 2020 la tasa interanual en horas trabajadas caía en un 26,6 %, en el último “solo” lo hacía un 6,1 %, frente al -7,2 % del tercero.
3. Un millón y medio de personas pasan del desempleo y la inactividad a la ocupación; 1,4 millones salen de ella
Además de todo lo anterior, en la situación actual cobra especial importancia el análisis de los flujos entre las diferentes clasificaciones en las que se engloban los encuestados. Así, el aumento de la ocupación vino determinada por un importante flujo desde el desempleo y la población inactiva de 1.548.200 personas. Por el contrario, desde la ocupación partieron a las dos categorías restantes 1.394.600 (717.200 al desempleo y 677.400 a la inactividad).
En cuanto al desempleo, salieron de él 1.578.000 personas, 902.000 a la ocupación y el resto a la inactividad. Se declararon desempleados en el cuarto trimestre los 717.000 que venían de estar ocupados en el tercer trimestre y los 847.700 que vinieron desde la inactividad. Hemos de decir, sin embargo, que es necesario, de nuevo, tener presente la aparición de situaciones especiales que deben matizar y complementar cualquier análisis de estos flujos¹.
4. La temporalidad estructural persiste, la parcialidad involuntaria también
Sin embargo, y aunque la actualidad manda y es necesario atender con mayor interés las cifras que resultan y explican la evolución del mercado de trabajo por culpa de la pandemia, en estos días el debate que suscita una posible reforma del mercado de trabajo debe tener presente que los grandes males estructurales de nuestro mercado de trabajo permanecen.
Así, la destrucción de ocupación en 2020 se concentró claramente en los trabajadores temporales, que como ya sucedió en la anterior crisis se han llevado el mayor impacto.
Ahora, con la recuperación de la ocupación la tasa de temporalidad de la economía española sigue acercándose al 25 % después de haber caído hasta el 22 % en el II trimestre cuando en el cuarto trimestre de 2019 estaba en el 26 %. La razón de este aumento en el último trimestre viene explicado por el incremento en 107.100 del número de asalariados con contrato temporal frente al incremento de 26.300 en el número de asalariados con contrato indefinido. No cabe duda que, como es habitual en nuestro mercado de trabajo, los ajustes, ya sean por culpa o no de la pandemia, recae casi siempre en el mismo tipo de trabajador, con todas las consecuencias laborales, salariales y de proyección de vida que esto supone.
Otro de los problemas estructurales del mercado de trabajo español que sigue sin resolverse es la elevada parcialidad involuntaria. Si bien el porcentaje de personas ocupadas que trabaja a tiempo parcial es del 14,47%, dentro de los múltiples motivos para tener un contrato a tiempo parcial destaca el “no haber podido encontrar trabajo de jornada completa” (lo que se conoce como “parcialidad involuntaria”), que alcanza el 53,4 % del total de trabajadores con empleo parcial, casi tres puntos porcentuales más que en el tercer trimestre y superior incluso al existente hace un año (51,0 %).
Si a esta cifra sumamos a aquellos que tienen un contrato parcial por otras razones que podríamos asociar a involuntariedad, como el es cuidado de mayores u otras obligaciones familiares y personales, el porcentaje de trabajadores parciales englobados en estas categorías representaría casi el 70 % del total, ligeramente superior al dato de hace un año (68 %).
Por último, si bien las mujeres poseen una menor parcialidad involuntaria que los hombres (52,2 % frente al 57,0 %), por cuidados de mayores y obligaciones familiares se engloban el 20,1 % de mujeres con contrato parcial frente al 3,6 % de los hombres. Todas estas cifras reflejan que en el mercado de trabajo la falta de conciliación y los roles familiares de género siguen teniendo consecuencias más que evidentes.
5. Pocos desempleados en formación a pesar de nuevas medidas para incentivarla
Desde el inicio de la pandemia, tanto el gobierno central como los gobiernos de las Comunidades Autónomas han adoptado medidas extraordinarias para hacer frente al impacto de la covid-19 en materia de formación profesional para el empleo en el ámbito laboral, con el objetivo de flexibilizar y adaptar la formación de personas ocupadas y desempleadas a las situaciones de confinamiento y nueva normalidad. Al margen de ciertas medidas organizativas y presupuestarias, destaca el impulso dado a la formación a distancia y on line derivado en gran medida de la suspensión de la actividad educativa y formativa de carácter presencial durante la vigencia del estado de alarma y de las restricciones y de la situación epidemiológica tras este.
En todo caso, el porcentaje de trabajadores desempleados que cursan algún tipo de formación, reglada o no reglada, sigue siendo excepcionalmente bajo en nuestro país.
Mediante el Real Decreto-ley 30/2020, de 29 de septiembre, de medidas sociales en defensa del empleo, se consideró a las personas trabajadoras que se encuentren en situación de suspensión de contrato o de reducción de jornada como consecuencia de un ERTE colectivo prioritario para el acceso a las iniciativas de formación del sistema de formación profesional para el empleo en el ámbito laboral.
Implicaciones para las políticas a medio plazo
Estos cinco hechos clave traen consigo tres implicaciones ineludibles para las políticas
1) Se necesitan medidas decididas para reducir la dualidad del mercado de trabajo, en el marco de una eventual reforma laboral.
2) La extensión de los ERTE no puede darse de manera indefinida. A medio plazo, será necesaria la reasignación de la actividad y de los trabajadores entre sectores. Un uso adecuado de los fondos del NGEU es imprescindible para la transformación de la economía a los sectores digital y de la transición ecológica.
3) En relación con lo anterior, una buena parte de los trabajadores, para ser empleados en otros sectores, deberán obtener cualificación y formación específica y transversal. En el ámbito de la formación, las medidas de flexibilización y adaptación incorporadas hasta ahora son adecuadas, pero es particularmente necesario avanzar más en la implantación y la generalización de la teleformación. En concreto, parece imprescindible seguir adaptando y flexibilizando la regulación de las distintas iniciativas de formación profesional para el empleo, no solo la oferta formativa de las Administraciones Públicas y la formación programada por las empresas para sus trabajadores, sino en general modelos más flexibles de formación, que permitan a las personas trabajadoras en situación de desempleo o de ERTE adquirir las cualificaciones necesarias, especialmente en un entorno incierto de cambio tecnológico y adaptación a las revoluciones digital y verde. Un uso eficaz y eficiente de los fondos procedentes del programa Next Generation EU serán clave para fortalecer la empleabilidad de los trabajadores y la competitividad de las empresas.