Cómo funcionará la nueva taxonomía verde europea
Fernando Gutiérrez del Arroyo González
21 Dec, 2022
Para impulsar las finanzas sostenibles y reducir el blanqueo ecológico, la Unión Europea (UE) ha establecido la Taxonomía, un sistema de clasificación sobre qué actividades pueden ser consideradas “sostenibles” desde un punto vista climático y medioambiental (la E dentro del acrónimo ESG). El objetivo principal de la Taxonomía es proporcionar definiciones robustas y requerimientos de divulgación transparentes para promover la canalización de financiación a actividades que contribuyan sustancialmente a resolver la emergencia climática y medioambiental. Aunque tardará en desarrollarse y aplicarse, es la piedra angular del Plan de Acción de Finanzas Sostenibles (PAFS) de la Comisión Europea y servirá de referencia a nivel global. Además, la creación de una Taxonomía a escala de la UE contribuirá a superar los actuales marcos parciales y discordantes y evitará la aparición de Taxonomías nacionales de los estados miembros, que podrían fomentar el uso de definiciones más laxas (race to the bottom).
La Taxonomía permite (o exige, en determinadas ocasiones) que las empresas (financieras y no financieras) calculen cuán verdes son sus actividades. Así, la regulación existente a día de hoy establece que una actividad es considerada “sostenible” a efectos de la Taxonomía si contribuye de forma sustancial a ciertos objetivos medioambientales (como la mitigación o la adaptación al cambio climático, entre otros), sin dañar ningún otro, y cumpliendo unas garantías sociales mínimas y los criterios técnicos de selección. Las dos primeras condiciones son las fundamentales, la tercera es una garantía de respeto a derechos mínimos y la cuarta es una condición instrumental con los detalles para cumplir las dos primeras (un detalle que en la práctica resulta esencial). La regulación también dispone requerimientos de divulgación de la alineación con la Taxonomía según unos formatos y contenidos específicos, buscando fomentar la transparencia y prevenir la “ecoimpostura”.
En los próximos años, publicaciones recientes permiten presagiar hacia donde avanzará el desarrollo de la Taxonomía. Más allá de la evolución y actualización de la regulación existente, se perfilan dos posibles extensiones:
→ La Taxonomía semáforo: actualmente la taxonomía es binaria (las actividades son clasificadas como sostenibles o no). En su evolución, la Taxonomía dejará de ser binaria y permitirá clasificar las actividades en distintos grupos (rojo, naranja, verde o blanco), adquiriendo un lenguaje más rico, pero también más complejo de aplicar.
→ La Taxonomía social: la Taxonomía actual se ciñe al ámbito medioambiental, pero no alcanza el social. Dado que la UE tiene interés en que se cumplan los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), se respeten los derechos básicos y se incremente el potencial de la inversión social, resulta lógica una posible extensión de la Taxonomía al ámbito social con el objetivo de promover inversiones que resuelvan problemas sociales, si bien ello elevaría nuevamente la complejidad y el solapamiento de los requerimientos para los destinatarios y usuarios.
El impacto de la Taxonomía se prevé profundo en los mercados, al permitir una distinción progresiva entre empresas según su grado de alineación con ella y al promover una canalización de financiación hacia aquellas cuya contribución a la transición ecológica resulte más ambiciosa y duradera.
Economista especializado en finanzas sostenibles, regulación ESG y análisis regulatorio. Actualmente, director de control interno ESG en Banco Sabadell. Ha trabajado en el Banco de España, en Solchaga Recio & Asociados y Metyis.
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