Las escuelas se están quedando sin niños: una oportunidad para transformar el sistema educativo.
Lucas Gortazar, Jorge Galindo
13 set., 2023
Entre 2013 (el máximo histórico) y 2023 España ha perdido 450.000 niños menores de 16 años, es decir, de alumnos potenciales de las etapas obligatorias de la educación infantil y obligatoria. En 2037 la cifra habrá sobrepasado 1 millón de niños. El sistema educativo pasará de tener que absorber 7,5 millones a menos de 6,5 millones de estudiantes. En este brief, ofrecemos una mirada necesaria de largo plazo al conjunto del sistema educativo, analizamos el impacto que la caída demográfica está teniendo en el sistema y la oportunidad que suponen los mayores recursos disponibles por alumno para mejorar la equidad y calidad de la educación en España.
La incidencia de la caída demográfica variará por etapas educativas y por territorio:
→ Por etapa educativa. La Educación Secundaria Obligatoria (ESO) perderá un 25% de alumnado potencial en 2037 desde su máximo: de casi 2,1 millones de niños 12-15 hoy a 1,6
en 2037. La educación Primaria encontrará su mínimo antes, en 2032, algo por debajo de los 2,4 millones, lejos de los 3 millones de alumnos de 2017.
→ Por territorio. Provincias como Zamora, León, Palencia, Albacete o Jaén perderán más de un tercio del volumen de menores de 16 que tenían en 2013. Pero otras perderán menos de un 10% (Madrid, Barcelona) o incluso no perderán nada (Navarra, Baleares).
Si, como parece probable, la inversión pública no desciende y se mantiene en niveles actuales, el gasto público por alumno va a crecer sustancialmente, como ya lo hizo en los años prepandemia
(2013-18). La pregunta relevante se vuelve entonces: ¿qué hacer con ese excedente de recursos públicos? ¿en qué lo invertimos?
Las administraciones educativas tienen dos opciones. Dejar las cosas como están o rediseñar la red escolar para aprovechar el excedente de recursos de manera estratégica. La opción de no hacer nada, manteniendo el mapa actual hasta que los recursos lo permitan, implica no cambiar el número de aulas ni el de escuelas, preservando la red actual para proteger (en teoría) la cercanía a la escuela y a los pequeños municipios. Pero lo hace al gigantesco coste de producir un sistema más ineficiente y menos equitativo y pospone decisiones, que a futuro tendrán que ser drásticas en lugar de darse tiempo para manejarlas de manera gradual.
La decisión no es entre cerrar o no cerrar escuelas sino entre cerrar escuelas y líneas ahora y hacerlo bien o cerrarlas en 10 años y hacerlo mal. Proponemos asumir de manera activa la reestructuración de la red escolar, con mecanismos de compensación suficientes (por ejemplo, con planes de transporte y comedor gratuitos para el alumnado que tenga que desplazarse más) en escuelas y líneas allí donde se han vuelto demasiado pequeñas.
Una vez emprendido el proceso de reestructuración, será posible redirigir los excedentes allá donde puedan producir un impacto más justo y productivo. Planteamos seis áreas de inversión de estos recursos, complementarias entre sí:
1. Reducir la ratio alumno-profesor y el tamaño de las aulas más presionadas.
2. Ampliar el tiempo en la escuela, el refuerzo escolar y el cuidado para avanzar de forma más eficaz a una mayor igualdad de oportunidades.
3. Reformar las políticas docentes y mejorar sus condiciones laborales.
4. Fortalecer el cambio educativo a nivel de centro y promover una mayor colaboración docente.
5. Seguir expandiendo las etapas de educación infantil de primer ciclo (0-3) y Formación Profesional.
6. Aplicar políticas más eficaces contra la segregación escolar.